El cielo estuvo de luto el 13 de julio de 1954. La lluvia cayó todo el día sobre la Ciudad de México, anunciando la muerte de Frida Kahlo.
Con un traje de tehuana que en vida lució con orgullo y la mano diestra sobre el pecho, la artista fue introducida al horno crematorio, para así convertirse en cenizas.
Corridos y canciones revolucionarias como “La Internacional” sonaron mientras las cenizas ardieron ante los ojos de sus amigos, como David Alfaro Siqueiros; gente de la política, como Lázaro Cárdenas, y por su puesto su esposo, Diego Rivera.
En 1953, un año antes de la muerte de la artista, se realizó la única exposición individual de Frida Kahlo dentro de México.
La muestra se celebró en la Galería de Arte Contemporáneo de Ciudad de México. Por ese año, la salud de Frida estaba muy deteriorada, sus médicos le prohibieron terminantemente concurrir a dicha exposición.
Su espíritu rebelde la hizo desobedecer y llegar en una ambulancia acostada en una cama de hospital, la cual fue ubicada en el centro de la galería, donde Frida Kahlo parece presentía el fatal hecho que ocurriría un año después, pues se dice celebró como nunca: cantó, bebió y hasta contó chistes.
Los siguientes meses la artista sufrió la amputación de su pierna debido a una infección de gangrena, provocando una gran depresión con varios intentos de suicidio.
Cartas y poemas sobre el dolor que sentía se encontraron en sus diarios.
El sufrimiento continuó tras ser internada dos veces: la primera, el 9 de abril de 1954, fue por causas desconocidas, aunque algunos afirman que fue un intento de suicidio y otros por su mala salud; la segunda, el 6 de mayo, a causa de una aguja que se le clavó en los glúteos.
El malestar se recrudeció y sus médicos de cabecera pensaron enviarla a Varsovia, con el fin de someterla a un tratamiento que tal vez la aliviaría.
Los pasajes y papeles estaban listos. Sólo se esperaba una ligera mejoría para que soportara el viaje, mas su cuerpo no soporto más y murió el 13 de julio de 1954, a sus 47 años de edad.
Luto en la Casa Azul
La causa de su muerte fue oficialmente una “embolia pulmonar”. Hubo sospecha de que hubiese sido suicidio, pero nunca se pudo confirmar.
La última entrada de su diario dice: “Espero alegre la salida y espero no volver jamás” – Frida.
De acuerdo a EL UNIVERSAL la artista murió a las cuatro de la mañana.
En cuanto se supo la noticia, innumerables artistas, especialmente pintores, escultores, intelectuales y estudiantes de Bellas Artes, asistieron a rendir el último tributo a la mexicana.
A las 19:00 horas, el cuerpo de Kahlo fue trasladado al vestíbulo del Palacio de Bellas Artes, donde se instaló una capilla. Las guardias duraron toda la noche y parte de la mañana del 14 de julio.
En las guardias estuvo presente el entonces director del Palacio de Bellas, Andrés Iduarte, quien fue destituido de su cargo al permitir que el féretro estuviera cubierto con la bandera roja de la U.R.S.S., ostentando en su parte medio el emblema de la hoz y el martillo.
Poco después de las 9 de la noche se presentó en la capilla el general Lázaro Cárdenas y demás gente de la comunidad cultural.
El ex Presidente de la República permaneció unos cinco minutos al lado del cadáver. Fue atendido por el pintor Diego Rivera y ambos ocuparon dos asientos de los que fueron colocados al lado del vestíbulo para los visitantes.
Por la noche, ya gran parte del recinto se hallaba cubierto de coronas y ofrendas florales enviadas por los parientes, amigos y admiradores de Frida.
Cortinas negras cubrían las paredes, columnas y barandales de escalinatas.
Miembros del Partido Comunista acudieron a rendir el homenaje a la artista. Como eran muchas las personas, se colocaban de tiempo en tiempo en largas filas a ambos lados del ataúd gris adornado con rosas rojas. En su parte posterior tenía abierta una ventanilla por la que podía verse la cara de Kahlo.
Vicente Lombardo Toledano dirigió a Rivera el siguiente mensaje: “Deseo expresarle mi sincero pesar por el fallecimiento de su esposa Frida Kahlo cuyo gran sentido humano, cuyo trabajo artístico son justamente apreciados por nuestro pueblo”.
Enrique Ramírez y Ramírez, secretario General del Partido Popular, dijo: “Dirección P.P. manifiesta a Ud. su condolencia por la muerte de la gran artista mexicana Frida Kahlo. Lo acompañamos en su pena”.
Camino a su última voluntad
En la cobertura del deceso se narró el momento cuando la cremaron en el Panteón Civil.
La caravana fúnebre la encabezaron el viudo, el muralista Diego Rivera, acompañado por el ex Presidente de la República Mexicana Lázaro Cárdenas, el ingeniero César Martino y Andrés Iduarte, director del INBA.
Cuando el cadáver de la artista fue sacado de su féretro para depositarlo en la parrilla de cremación, Andrés Iduarte leyó una oración.
A las 12:00 horas el féretro con los restos fue sacado del vestíbulo de Palacio de Bellas Artes para ser llevado al Panteón Civil, donde se realizó su última voluntad, la incineración.
A las 14:00 horas, las cadenas de la parrilla crematoria chirriaron para introducir el cuerpo hacia la hoguera. Todos los presentes se retiraron por órdenes del cremador; pero antes hablaron Andrés Iduarte, Carlos Pellicer, Adelina Zendejas y Juan Pablo Haiz, quienes exaltaron los valores artísticos y morales de Kahlo.
Despedida con una sonrisa dentro de un girasol
En el libro “Frida Kahlo: una vida abierta”, Raquel Tibol narra que al salir el 14 de julio de 1954 del crematorio del cementerio civil de la Ciudad de México, los presentes, dirigidos por Concha Michel, entonaban “La Internacional”, un himno del proletariado, canciones revolucionarias y corridos.
Además, David Alfaro Siqueiros le contó que había permanecido frente a la boca del horno y vio cómo el fuego fue envolviendo su maravillosa elegancia tehuana: “Cuando la plancha que sostenía su cuerpo comenzó a entrar, y las llamas encendieron sus cabellos, su rostro apareció como sonriente dentro de un girasol”.
Para Tibol fue una casualidad o una premonición muy propia de Frida, que amaba los poemas de Li-Ta-Po e hizo del ojo alerta de la sabiduría su escudo y su señal.
El “Corrido de Cananena” acompañó con sus notas, cantadas por la mayoría de la concurrencia, la entrada del cuerpo al horno.
Dos horas bastaron para que este fuera totalmente incinerado recogiéndose las cenizas en una redoma de barro oaxaqueño con forma de sapo, en referencia y admiración a la cultura mexicana y de su amor hacia Diego Rivera.
Las cenizas fueron entregadas por la administración del cementerio a Diego Rivera, terminándose así el acto. Actualmente la urna y las cenizas descansan en La Casa Azul, la cual fue convertida en museo en 1958, cuatro años después de la muerte de la pintora.
En noviembre de 1955, Carlos Pellicer describió así la casona: “Pintada de azul, por fuera y por dentro, parece alojar un poco de cielo. Es la casa típica de la tranquilidad pueblerina donde la buena mesa y el buen sueño le dan a uno la energía suficiente para vivir sin mayores sobresaltos y pacíficamente morir…”.