Las tierras de cultivo japonesas son sumamente valiosas y por ello se inculca a las nuevas generaciones el conservar las parcelas, de lo contrario aparecerá Dorotabō.
En la región de Hokuriku, en Japón, se cuenta una leyenda espectral desde el s. XVIII. Japón es un lugar en el que difícilmente se puede cultivar, sus tierras de cultivo son sumamente valiosas y por ello se inculca a las nuevas generaciones el conservar las parcelas, de lo contrario aparecerá Dorotabō.
Hace mucho tiempo vivía en Hokuriku un hombre anciano que con mucho esfuerzo había logrado comprar unos arrozales para su descendencia. En aquella región el calor era abrazador y en los inviernos las nevadas azotaban el cultivo. Sin dejarse vencer ni por el viento ni la lluvia, el anciano cultivaba siempre con esmero, pero como era natural cierto día el anciano murió.
Tras su muerte, su hijo no logró seguir su ejemplo. Pasaba todo el día embriagado y raras veces cultivaba las tierras, y cuando lo hacía, lo hacía mal. Cuando el dinero para sus fiestas escaseó, el hombre vendió las tierras y desde entonces, al hijo y al comprador se les comenzó a parecer una extraña figura.
Cada noche, desde el arrozal salía una extraña cosa negra con un solo ojo. Parecía hecho de barro con un cuerpo humanoide, y desde el fango alzaba las manos y gritaba – Devuélveme mis arrozales, devuélvemelos!!!
Quienes aseguran haber visto a la criatura, le llaman dorotabō que significa “persona del lodo de los arrozales”. Cuentan que aparece en los sitios en donde los arrozales no son bien cuidados o donde no se protegen las tierras de cultivo.