Blanca Estela Lascano Ramírez tenía 17 años cuando fue brutalmente asesinada dentro de una cisterna en el Deportivo Carlos Zapata Vela, dentro de la colonia del mismo nombre, en la Delegación Iztacalco.
Letra Roja visitó el lugar de los hechos y ahí conocimos a su madre. Fabiola Ramírez -su madre- respondió con lujo de detalles. Aún las autoridades no han esclarecido las razones de por qué su hija apareció muerta en tan aparatosas circunstancias.
Estela había dejado la escuela un año antes de que la mataran, era una chica inteligente que nunca le perdonó del todo a su madre que dejara a su padre y que éste hubiese estado ausente en su vida. Cursaba el primer semestre en el Colegio de Bachilleres 1. Ahí conoció a alguien que la introdujo “al vicio”, así es como Fabiola se refería al hecho de que su hija era una drogadicta.
Pero no la abandonó.
Estuvo ahí tratando de ayudarla a salir de ese infierno del que jamás podría salir sola.
Para el momento en que salió de su casa, a vagar por las calles de la colonia Carlos Zapata Vela, Estela pesaba 40 kilos, se había bañado, arreglado y acomodado el corte asimétrico que traía y como se juntaba con un montón de amigos, fácilmente la podían obligar a hacer cosas que ella no quería.
En esa época, andaba con un tipo al que conocían por las calles como El Morris, quien fue a mostrarle sus respetos a la familia el día en que estuvieron velando el cuerpo y a partir de ahí, ya no se le vio más.
Con el dolor que causa la impotencia de saber que hizo todo lo posible por ayudar a Estela, su madre cuenta que era una mentira el hecho de que estuviera desaparecida en los días previos a su muerte, ya que la veía con cierta regularidad: “volvía a casa no importa lo tarde que fuese y siempre avisaba que estaba bien”, a veces de teléfonos que no eran suyos.
El martes previo a que la mataran, 13 de junio de 2017, ella había llegado a la una de la madrugada, toda golpeada y llorando, diciendo que la habían obligado a hacer cosas que no quería. Fabiola pasó el resto de la noche consolándola, diciéndole que todo estaría bien e intentando hacer que Estela le contara cómo habían pasado esos golpes. La curó y, alrededor de las siete de la mañana, fue a llevar a su hijo más pequeño a la escuela.
Cuando volvió, Estela ya no estaba.
Al día siguiente, miércoles 14, volvieron a encontrarse. Estela le había dicho que había desayunado en el comedor comunitario que está al lado del Deportivo y que estaría con El Chícharo y El Kilos un rato. Fabiola se fue a trabajar y Estela siguió vagando por las calles.
La última vez que Fabiola vió a su hija con vida fue en la tarde del jueves, alrededor de las 4 de la tarde, aunque en la mañana se habían encontrado cerca de la Central de Abastos y le había dicho que estaba con “El Chícharo”. Le dijo que al rato se veían pero eso ya no ocurrió.
El viernes 16 de junio encontraron a Estela alrededor de mediodía. A las 12:40 de la tarde, el encargado del Deportivo fue a avisarle a la familia de que su hija estaba muerta en el interior de una cisterna vacía. Y que estaba seguro de eso.
Ella estaba en la casa con su hijo más pequeño, Ángel, a quien le pidió que la acompañara al Deportivo a ver si era cierto lo que decía el encargado. El pequeño fue quien reconoció el cuerpo como su hermana y no le dio miedo ver los golpes que traía en la cara.
Fabiola reconoció el cuerpo de manera oficial en las instalaciones del Servicio Médico Forense de la Delegación Iztacalco. Los forenses le dijeron que su hija había sido violada y los de la Procuraduría General de Justicia capitalina, que la habían matado con lujo de violencia.