Fumigación mató a miles de abejas en Q. Roo, el plaguicida está prohibido en varios paises

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El uso de un químico altamente tóxico, prohibido en otros países, pero admitido en México, provocó la muerte de cientos de miles de abejas, en 19 apiarios localizados en el Ejido Candelaria, municipio de José María Morelos, en Quintana Roo.

El plaguicida, que fue identificado como fipronil, cuyo nombre comercial es Regenet 4SC y es altamente tóxico para las abejas, fue utilizado por un empresario originario de Yucatán, llamado Pablo Mendoza, para fumigar un terreno de su propiedad en donde cultivará chile habanero, indicó Wilson Ayala Mex, uno de los apicultores que resultaron agraviados.

Los efectos del químico abarcaron un radio aproximado de cuatro kilómetros, lo cual dañó a un promedio de 300 colmenas y mató a cientos de miles de abejas Apis Meliphera, en 19 apiarios, de acuerdo con datos aportados por el Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura Sostenible-Península de Yucatán (CCMSS-PY), que trabaja con jóvenes apicultores de la zona.

La organización cuantificó -con ayuda de los propios apicultores- daños por dos millones 300 mil pesos, debido a la pérdida de abejas, cera y miel.

Ayala Mex explicó que si bien había pequeñas reservas de miel, la cosecha más cercana, entre octubre y noviembre, se perdió, lo que representa “un golpe económico devastador”, al perderse también los ingresos de familias mayas que viven de la producción mielera.

El apicultor maya detalló que desde el ocho de agosto, otros productores comenzaron a detectar la mortandad de abejas, que fue aumentando conforme pasaron los días.

A ocho días de de aquello, “las abejas todavía siguen cayendo”, dijo, al señalar que se dieron a la tarea de revisar los apiarios cercanos a la zona, en donde encontraron el suelo lleno de abejas muertas.

Junto con Aurora Xolalpa, investigadora de la Universidad Intercultural Maya de Quintana Roo (UIMQROO), también se han tomado varias muestras, para estudiarlas y monitorear los efectos del químico en otros polinizadores, en la fauna y la flora e incluso en la salud humana, además de estudiar cuánto tiempo permanecerán los residuos del químico en el ecosistema.

El sábado pasado los apicultores afectados trataron de interponer una denuncia ante la oficina del ministerio público, en José María Morelos, pero la autoridad se negó a admitirla, porque la muerte de las abejas -en opinión del agente del ministerio público- no es un delito y porque la institución carece de competencia, comentó Wilson.

Sin embargo, el Consejo Civil subrayó que el Código Penal del estado, en su artículo 147, fracción II, indica quien o quienes “destruyan colmenas, miel, abejas, panales y productos apícolas”, incurren en un delito en materia de Apicultura.

Después de insistir y argumentar, los apicultores lograron que la denuncia fuese admitida, lo que abre un proceso de investigación.

Impactos adicionales

Xolalpa Aroche es profesora- investigadora de tiempo completo en la UIMQROO, especialista en abejas, desarrolla el programa de Ingeniería en Sistemas de Producción Agroecológicos (ISPA) y es parte del cuerpo académico de Desarrollo Sostenible, en proyectos de corte apícola.

Algunos de los jóvenes apicultores le solicitaron ayuda para realizar las muestras de miel, cera y abejas en los apiarios afectados.

En entrevista, indicó que pudo corroborar que en la etiqueta del producto aplicado para la fumigación, se advierte que puede dañar a insectos y abejas; que se aplica para controlar una plaga conocida coloquialmente como “el picudo” y que posee daños colaterales. El químico -dijo- está prohibido en otros países, pero en México no.

La investigadora subrayó que, al margen de los resultados de las pruebas practicadas -que estarán listos a partir del lunes próximo- existe una preocupación “muy grande” por los impactos económicos para las familias que viven de la producción de sus apiarios, al igual que el impacto negativo a la flora y fauna de la zona, porque quizá no afecte sólo a las abejas, sino a otros polinizadores.

“Preocupa y mucho, el tiempo de residualidad, es decir, el tiempo en que se seguirá liberando el producto, que puede ser hasta de 18 semanas. Lo que tenemos la muerte de las abejas y tal vez de otros polinizadores; el proceso residual, el posible impacto en la salud humana y la pérdida de especies nativas de flora y fauna.

“Lo que encontramos fue abejas muertas; 14 productores afectados; colonias con reservas de miel, pero la cosecha futura se perdió. En muchos casos hay pérdidas totales y eso es grave, pues tienen que volver a empezar desde cero. Al menos para producir hay que esperar un año para fortalecimiento de núcleos y llegada de colonias fuertes en esta zona”, manifestó

Con información de El Universal.

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