La obsesión de joder a México

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La verdad es que sí hay quienes se levantan todos los días pensando en cómo joder a México. Sólo así les va bien a ellos: cuando al país le va mal.

Muchas de los que patean el pesebre todos los días con el afán de que se caiga, trabajaban para el PRI o el gobierno antes del fin del partido hegemónico (1988).

Era un negocio y daba estatus estar del lado del poder político en aquellas épocas en que nos hacían creer que el presidente y la nación eran lo mismo.

Ahora el negocio es oponerse a todo, aunque ello implique golpear al país y debilitarlo ante sus enemigos.

Escribir en los medios y difundir en redes sociales que todo es una basura da prestigio social, en muchos casos dinero, nivel de interlocutor y una falsa aureola de valentía porque, a diferencia de antes, nadie les hace nada por sus calumnias.

Antes se pagaba con cárcel, la estigmatización en los medios y hasta con la pérdida del empleo (“no pago para que me peguen”) al que manifestara críticas profundas a la manera de gobernar el país.

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Hoy es al revés, y los que trabajaban para el PRI y el gobierno en las épocas de 180 por ciento de inflación anual, cuando no había IFE ni Comisión Nacional de Derechos Humanos, son los más estridentes golpeadores del pesebre nacional.

Apunto lo anterior por la insólita reacción en contra del nombramiento de Raúl Cervantes al frente de la PGR, descalificada en medios por personas que aplaudían al gobierno cuando desde las instituciones de seguridad se acosaba a los opositores.

La designación de Cervantes fue votada por los senadores de todos los partidos políticos en el Senado, y recibió la felicitación de los más importantes organismos de la sociedad civil que han destacado en promover la lucha contra la corrupción.

Descalifican de antemano al que tiene que enfrentar a ese monstruo de mil cabezas que es el narcotráfico, la delincuencia organizada y la corrupción pública y privada.

¿Qué tiene que ver que sea primo o lo que fuere del director jurídico de la Presidencia? Nada. A Cervantes lo votaron todos los senadores –a excepción de tres– de los distintos partidos.

Están furiosos porque el nuevo titular de la PGR tuvo un amplísimo respaldo en el Senado.

Se enojan, tal vez, porque no les preguntaron a ellos. Se arrogan una representación popular que no tienen y los senadores sí, pues fueron electos con los votos de todos nosotros.

Lo descalifican porque es priista. ¿Y? ¿Qué querían? ¿Repetir el modelo de Zedillo que designó a un opositor al frente de la PGR con los resultados por todos conocidos y que aún es referente de desprestigio?

Inseguridad y corrupción son los dos grandes temas del último tercio del sexenio, y eso hay que exigirle a Cervantes, no satanizarlo por ser primo de fulano o militar en el partido que ganó las elecciones en 2012.

Cervantes tiene una misión grave con el país, no sólo con el presidente.

Tiene que realizar, concluir y ejecutar lo que proceda en las investigaciones contra gobernadores y exgobernadores de todos los partidos políticos.

Lo mismo contra funcionarios de la presente administración federal.

Y combatir a las bandas criminales que han puesto al país en una situación de inseguridad y violencia casi tan grandes como la que teníamos en años recientes.

Si logra avanzar en esos rubros, el país habrá ganado. Aunque no se lo reconozcan jamás los que se acuestan, sueñan y se levantan con la obsesión de cómo joder a México.

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