Las nuevas armas virtuales de Rusia provocan temor

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Desde la elección de Donald Trump hasta la crisis catalana pasando por el Brexit, las acusaciones de injerencia del Kremlin en asuntos internos occidentales incrementaron en el último año los temores que suscitan los hackers, troles y medios de comunicación estatales rusos.

Las primeras acusaciones contra Rusia aparecieron con el pirateo de los servidores del Partido Demócrata estadounidense en 2016 y se multiplicaron tras la elección de Trump, desvelando el amplio abanico de herramientas utilizadas al servicio de los intereses del Kremlin.

Los escurridizos “hackers rusos”, que libran supuestamente una guerra cibernética para los servicios secretos, fueron los primeros señalados pero rápidamente dieron paso a los reportajes televisivos, artículos en Internet y anuncios virales en las redes sociales, destinados a explicar las posturas de Moscú y también a aprovechar los fallos y las divisiones de las democracias occidentales.

En el último capítulo de esta historia cuya sombra planea sobre la presidencia de Trump, el canal de televisión público RT, acusado de difundir la propaganda del Kremlin en el exterior, cumplió en noviembre con las exigencias de Washington y se registró como “agente del extranjero” en Estados Unidos.

Unas semanas antes, Twitter había decidido prohibir a RT y a la agencia de prensa pública rusa Sputnik que difundieran contenido patrocinado, mientras Facebook y Google prometían luchar más contra la “desinformación” de Moscú.

En 2014, una nueva herramienta de influencia, más secreta, apareció en los medios rusos: la “fábrica de troles” de San Petersburgo. Esa compañía, cuyo nombre oficial es Internet Research Agency y que según la prensa estaría vinculada a los servicios de inteligencia rusos, alimenta presuntamente miles de falsas cuentas en las redes sociales para intentar influenciar a la opinión pública.

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