LOS SONÁMBULOS/NECROSPECTIVA ECONÓMICA O CÓMO REVIVIR PESADILLAS

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Se dice que los antiguos griegos acudían a los teatros para tratar de hallar explicaciones en un mundo plagado de horrores. Hoy, con sólo abrir algunas páginas de diarios, y sin profundizar demasiado, es posible recrear tragedias pasadas con las antiparras del presente, con la diferencia de que las atrocidades, envueltas en la sofisticación y la modernidad, se advierten por el típico hedor de la pudrición.

Todos los esqueletos son harto conocidos: que si la Reserva Federal de Estado Unidos elevó la tasa de interés, ahí tenemos en cumplida estampida a los especuladores buscando la ganancia rápida y fácil, desde el ordenador con un solo clic.

“Es la volatilidad”, se apresura a decir la jerga financiera capitalista, intentando pasar por “normal” el instinto más salvaje de su credo, sinónimo de devastación de las economías nacionales con cargo a los contribuyentes.

Ante ello y por interés, más que por suerte o como reflejo de confianza en la economía nacional, el gobierno de Estados Unidos, vía Departamento del Tesoro, “triplicó de 3 mil a 9 mil millones de dólares la disponibilidad de una línea de crédito y se mantiene otra línea swap de 3 mil millones de dólares con la Reserva Federal (Fed) para un total de 12 mil millones de dólares para ayudar a promover el crecimiento, la estabilidad macroeconómica y cambiaria”, según se difundió.

Todo esto por si a los “inversores”, “mercados” o “empresarios” y sus capitales flotantes y especulativos les da un ataque de su ciclo de irracionalidad, expresiónde un evangelio decadente donde la economía ficticia ha hecho saltar por los aires a la economía real, la productiva, como ha sucedido siempre.

Al extremo, como si se tratara de una cinta gore, lo visceral y la violencia apenas simulada de los órganos de fonación (se hacen llamar agencias calificadoras de riesgo) de las petroleras internacionales y aspirantes a petromagnates locales, se exhibe ante la intención del próximo gobierno, encabezado por Andrés Manuel López Obrador, de eliminar las exportaciones de crudo y enfocarse a la refinación.

Eso tendrá “implicaciones negativas tanto para Petróleos Mexicanos (Pemex), como para la calidad crediticia del país”, según la calificadora de valores Moody’s Investors Service. La profecía-amenaza: el flujo de efectivo de la paraestatal bajaría y sería más volátil.

Luego, la otra firma vocera del neoliberalismo, Fitch Ratings, secundando de inmediato a su par, modificó de “estable” a “negativo” el perfil de la deuda de Pemex, afirmando que la empresa quedaría expuesta a mayor volatilidad de tipo de cambio pues sus ingresos por la venta de gasolinas serían en pesos mexicanos, “mientras 87 por ciento de su deuda, por 104 mil millones de dólares a junio de 2018, está denominada en dólares estadunidenses y otras monedas duras”.

Traducción ante esta técnica pueril y fallida de “blanqueo de cadáveres” de las agencias neoliberales: que no se meta el gobierno en el negocio de la refinación (que es exclusivo del capitalismo) o no tendrá financiamiento.

Además, para decirlo suave, es una bobada eso de que Pemex quedará expuesto a una mayor volatilidad por vender en pesos cuando su deuda es en dólares (paraevitar eso habría que pedirle a la Fed estadounidense que no eleve la tasa de interés y que los especuladores no hagan de las suyas otra vez, es decir, hay que exigir una utopía).

Pero con justa razón el vate de Tepetongo (Ramón López Velarde) dejó dicho que estos veneros pasaron por la Notaría de “El Maligno”, sugiriendo una eterna maldición con sus diabólicas torturas, primero con el signo de nacionalista y socialista y luego con su presunto contrario, ese neoliberalismo depredador de la llamada “extrema ambigua” (Felipe Calderón dixit, fiel practicante de la misma).

Porque conforme asoman las bondades de la “reforma energética” del gobierno de Enrique Peña Nieto, como esa del gasolinazo y la entrega de contratos a petrolerasinternacionales y nacionales, viejas pesadillas empiezan a revivir con nuevos amagos (antes fueron bloqueos a las exportaciones, hoy son amenazas financieras).

“México no es el deudor de esas compañías piratas, sino su acreedor legítimo”, sostuvo Jesús Silva Herzog sobre las indemnizaciones a compañías petroleras tras la nacionalización de 1938.

Nuevos actores, empero son los mismos espectros que durante el porfiriato y las primeras décadas del Siglo XX saquearon lo que pudieron. Y, según las advertencias, vienen por más.

Con un presente muerto merced a las maniobras de tecnócratas y los escándalos impunes de sobornos, así como por la truculencia de los autollamados “reformadores”, Pemex y toda la economía enfrentan, por el momento, un horizonte poco menos que mortuorio.

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