“En nuestro país tenemos evidencia de huevos, dientes, huesos, huellas y piel. Pero, muchas veces, aunque tengamos esas evidencias no siempre las vamos a poder atribuir a una especie en particular,algunas nos pueden decir que existe cierto grupo, pero debido a que las características diagnósticas que el paleontólogo usa para dar un nombre no se conservan, no siempre podemos estar seguros. Por ejemplo, si me preguntas si tenemos al T. rex en México, pues la respuesta es no, pero tenemos a un primo del T. rex. ¿Cuál?, pues no estamos seguros, porque las evidencias que tenemos no nos dan tanto para hablar de este organismo”, explicó Felisa Josefina Aguilar Arellano, profesora investigadora del Instituto Nacional de Antropología e Historia.
En entrevista para la Agencia Conacyt, indicó que ”muchas veces no asociamos los dinosaurios con México, y tampoco conocemos todo el trabajo que hacemos las diferentes instituciones. Por ejemplo, las imágenes que usé en mi ponencia son de mexicanos que hacen trabajos de reconstrucción paleoartística, a través del estudio de la anatomía y el entendimiento de cómo se conforma cada uno de los huesos”.
En ese sentido, la Revista Digital Universitaria de la UNAM publicó recientemente una investigación titulada Los dinosaurios de México: su historia contada por huesos y dientes, la cual revela el conocimiento actual que se tiene de los yacimientos con los dinosaurios más significativos en nuestro país, ubicando su temporalidad y espacio, su ambiente, fauna asociada, la singularidad de la especie y su importancia en la paleontología a nivel mundial; todo a través de los huesos y dientes como evidencias directas, basados en los nuevos y numerosos yacimientos mexicanos con restos de dinosaurios.
“Los yacimientos con más evidencias directas se han localizado en Baja California (El Gallo y La Bocana Roja), Sonora (Cuenca Cabullona), Chihuahua (Aldama y Aguja), Coahuila (Aguja, Piedritas, la Cuenca Sabinas y Parras), Tamaulipas (Cañon Huizachal), Michoacán (Barranca de los Bonetes), Puebla (San Felipe Otlaltepec) y Chiapas (Ocozocoautla). Las edades registradas van desde los 163 millones de años, en el Jurásico medio, hasta los 66 millones de años en el Cretácico Tardío”, indica el estudio de la UNAM.
Sobre el tema, la investigadora Aguilar Arellano señaló que ”en toda la parte norte del país se puede hallar registro fósil de los dinosaurios. Para el Jurásico hay dos localidades importantes, una en Tamaulipas y una en Chiapas; y para el Cretácico existen yacimientos en Coahuila, Chihuahua, Michoacán, Baja California, Sonora y Chiapas. En Michoacán tenemos al Huehuecanauhtlus tiquichensis, cuyo nombre científico deriva del náhuatl, y es una especie pico de pato. En su momento, su descubrimiento fue muy polémico porque hubo una mezcla de material en la formación donde se encontró, y lo estaban anunciando como el dinosaurio que sobrevivió al impacto del meteorito, pero simplemente es una zona que ha sido retrabajada, y al hacer el perfil geológico, que a veces a los paleontólogos no nos gusta hacer, pudo entenderse que pertenecía totalmente al Cretácico. Esto nos habla de una oportunidad para entender mejor ese periodo”.
En el caso del mar, la maestra explicó que los grandes reptiles con aletas y cuellos largos, los plesiosaurios, que dieron origen a la leyenda del monstruo del lago Ness, también existieron en México. En Durango se han rescatado ejemplares. “Y en Nuevo León tenemos el monstruo de Aramberri, con un gran porcentaje del esqueleto. Se trata de uno de los más grandes depredadores durante el Cretácico, el Liopleurodon”, afirmó.
En los aires, destaca el Quetzalcoatlus, nombrado en honor a la deidad azteca Quetzalcóatl, un tipo de pterosaurio que alcanzaba hasta 10 metros de ala a ala.
“También tenemos algunos primos del Triceratops, los ceratópsidos, en Chihuahua, pero falta hacer el estudio formal de los materiales, que significa formar a la gente que los identifique, que no es fácil porque entre más vamos al pasado, hay menos referentes para identificar estos animales. Y esto es una pequeña muestra. Nos falta estudiar 71 por ciento de los yacimientos, y hablo solo de excavar, falta estudiar, identificar, clasificar”, expuso.
El interés y asombro que despiertan los dinosaurios no ha menguado en los últimos siglos. “Las garras, los dientes, las espinas de estos grandes animales son algo que los paleontólogos todavía tratan de descubrir y entender, así como los patrones de distribución de las especies extintas. No se trata de saber únicamente lo que hay, sino también por qué lo hay y qué tipo de implicaciones ambientales pudieron haber tenido”, abundó la investigadora.
Fuente: Aristegui Noticias