La contaminación por microplásticos y la falta de regulación de la actividad pesquera constituyen las amenazas más graves para los océanos, afirmaron hoy los autores del “Atlas de los Océanos: Hechos y cifras de las amenazas a nuestros ecosistemas marinos 2017”.
Durante la presentación del estudio, la investigadora de la Universidad de Winsconsin (EE.UU), Lorena Ríos, advirtió que “mas del 80 % de desechos de los océanos es plástico” y que debe ponerse atención especial a los que miden menos de 5 milímetros debido a que son los que más compuestos tóxicos albergan.
Según la experta en contaminación química ambiental, se espera que en 2018 se produzcan 350 millones de toneladas de plástico en todo el mundo y los microplásticos son una fuente relativamente nueva de compuestos tóxicos que amenazan los ríos y los mares.
El plástico transporta especies invasoras y provoca problemas de enredado, ingestión y estrangulamiento a muchas especies marinas.
El microplástico, por su parte, puede producirse directamente o bien derivar de un deterioro del plástico de mayor tamaño.
En su investigación para el estudio, la especialista encontró un error común en la limpieza de playas y es que, argumentó, “parece que están muy limpias, pero encontramos plásticos pequeños”, incluso microscópicos, que acaban en el mar y que son más peligrosos pues es más fácil que concentren otros compuestos tóxicos.
Cuestionada por si las bacterias que comen el plástico descubiertas por diversas instituciones en todo el mundo, como es el caso del Instituto de Tecnología de Kioto (Japón), pueden ser aprovechadas, la especialista contestó con un rotundo no.
Argumentó que en el mundo existen 5.000 tipos distintos de plástico, por lo que se necesitarían 5.000 bacterias como aquellas.
Además, el tiempo que tardarían en devorar el material no es suficiente para atajar el problema con la celeridad que se requiere.
A esto añadió que, generalmente, estas bacterias suelen comerse los aditivos que los fabricantes ponen al plástico, pero no el plástico en sí, por lo que la única solución es dejar de producirlo y encontrar alternativas sustentables.
“En cada época de la humanidad hemos aprendido algo, hemos vivido la Edad de piedra, la Edad de Bronce, la Edad de hierro, y ahora estamos viviendo la Edad del Plástico”, concluyó.
Durante su intervención, el biólogo marino Alejandro Olivera expuso las consecuencias del otro gran enemigo de los mares, las pesquerías y la falta de políticas que regulen la sobreexplotación de las especies marinas.
“La política pesquera es la que determina la sobreexplotación. Sin una buena política, los recursos sufren un deterioro”, dijo.
Muchas veces, los gobiernos utilizan los recursos para subsidiar a los pescadores; no obstante, a juicio del maestro en ciencias, “no significa que porque haya mas pescadores vaya a haber más sardinas o camarones, sino que habrá más gente compitiendo por el mismo recurso”.
“Esto ha llevado a la sobreexplotación de muchas poblaciones sin que ni siquiera se conozca su estado”, agregó.
En lo referente a México, donde la encargada de la regulación es la Comisión Nacional de Acuacultura y Pesca (Conapesca), el experto apuntó a problemas de transparencia por parte de la entidad, la cual en numerosas ocasiones se ha negado a facilitar ciertos datos.
“Otro problema muy fuerte del sector pesquero mexicano es la transparencia. Nos dedicamos a hacer solicitudes a la Conapesca pero es muy difícil obtenerla (la información), se reservan información clasificada bajo cualquier pretexto”, aseguró.
Para finalizar, expuso otro problema grave en México, la llamada pesca de fomento, a la cual calificó de “permiso comercial disfrazado de ciencia”.
La pesca de fomento permite “entender” mejor nuevas especies que apenas se están descubriendo, pero explotándolas con fines comerciales.
Además de estos, algunos otros problemas afectan a los ecosistemas marinos, los cuales están expuestos en el estudio, el cual fue realizado por la fundación “Heinrich Boll Stiftung México y El Caribe”.