Muchos de los casi 3 mil migrantes centroamericanos que han llegado a la frontera de México con California dijeron el sábado que no se sienten bienvenidos en la ciudad de Tijuana, a donde se dirigen cientos de migrantes después de más de un mes de trayecto.
La gran mayoría acamparon ahí en un complejo deportivo, durmiendo en un campo de béisbol de tierra y bajo las gradas con vista a los muros de acero con alambre de púas en la cima en la recién reforzada frontera entre Estados Unidos y México. La ciudad abrió el complejo después de que otros refugios se llenaron hasta el límite de su capacidad.
Algunos grupos eclesiásticos proporcionaron duchas portátiles, sanitarios y lavabos, además de repartir café y donas. El Gobierno federal calcula que pronto podría haber más de 10 mil migrantes en Tijuana.
Migrantes centroamericanos que se encuentran en el albergue del deportivo Benito Juárez pegado al muro fronterizo se reunieron para orar en grupo el pasado viernes. Foto: Diego Simón Sánchez, Cuartoscuro
A pesar de que muchos en Tijuana han expresado su solidaridad con el calvario de los migrantes e intentan ayudarlos, algunos lugareños les han gritado insultos, aventado piedras e incluso golpes.
Es un marcado contraste con las muchas comunidades mexicanas que recibieron a la caravana con carteles, música y donativos de ropa después de que entrara a México hace casi un mes.
Incontables residentes de áreas rurales les dieron fruta y agua a los migrantes a su paso por el sur de México, deseándoles un buen viaje.
NO SE SIENTEN BIENVENIDOS
Ivis Muñoz, de 26 años, ha considerado volver a Honduras. El granjero cafetalero llamó el sábado a su padre en Atima, Honduras, para hablar de su siguiente paso después de que unos locales lo atacaron en una playa de Tijuana. Su padre le dijo que resistiera.
Muñoz tiene una bala en la pierna. El miembro de una pandilla le disparó hace un año y lo amenazó con matarlo si volvía a verlo. Muñoz dijo que más tarde se enteró que su novia lo había estado engañando con el pandillero.
Tiene miedo de ir a casa, pero en Tijuana no se siente bienvenido.
Muñoz dormía en una playa de Tijuana junto con otras dos docenas de migrantes, cuando comenzaron a caer piedras del cielo alrededor de las 2 de la mañana del pasado miércoles. Escuchó a alguien gritar: “¡No los queremos aquí! ¡Regresen a su país!” Muñoz y los demás se levantaron y corrieron en busca de resguardo, dirigiéndose a las calles de una zona residencial cercana. Al salir el sol, abordaron un camión hacia el centro de Tijuana. Ahora permanece en el complejo deportivo.
“No sé qué hacer”, dijo Muñoz. Teme que Estados Unidos no le otorgue el asilo, y será deportado si intenta ingresar al país sin autorización.
Carlos Padilla, un migrante de 57 años procedente de Progreso, Honduras, dijo que un habitante de Tijuana le gritó “los migrantes son cerdos”, mientras caminaba hace poco por una calle. No respondió. “Nosotros no venimos a causar problemas, venimos con amor y con la intención a pedir asilo”, dijo. “Pero nos tratan como animales aquí”.
Padilla dijo que lo más probable es que regrese a Honduras en caso de que Estados Unidos rechace su solicitud de asilo.
Migrantes Centroamericanos han acudido a la garita internacional de El Chaparral con la intensión de anotarse en una lista de espera para ser entrevistados por autoridades de Estados Unidos. Foto: Omar Martínez, Cuartoscuro