El expresidente Felipe Calderón Hinojosa presumió ante miembros del español Partido Popular (PP) que pudo controlar la delincuencia y traer “bienestar a los ciudadanos” gracias a sus políticas de seguridad que arrebataron, aseguró, el Estado a los criminales. Mencionó que entre 2006 y 2012 se renovó a las policías que estaban tomadas, dijo, por los cárteles de la droga.
Puso ejemplos de su éxito –en una conferencia en Cartagena, en el sureste de España y ante una audiencia española–: “A nivel nacional los homicidios, después de alcanzar un pico, comenzaron a reducirse y bajaron en los últimos dos años de mi Gobierno 21 por ciento. Y en algunas ciudades fue mucho más claro: Ciudad Juárez, que probablemente hayan escuchado que era la ciudad más peligrosa del mundo, bajó sus homicidios 83 por ciento desde su pico. Monterrey, 89 por ciento desde su pico”.
“Reducciones reales en criminalidad que dieron bienestar. Y como dice el presidente [del Partido Popular, Pablo Casado]: el Estado de Derecho que se genera con eso genera certidumbre, igualdad y crecimiento económico e inversión”, dijo Calderón, enérgico, sudoroso, manoteando.
Calderón, sin embargo, nunca dijo a su audiencia española que Genaro García Luna, su mano derecha, fue detenido en Estados Unidos con acusaciones no sólo de proteger a la más grande banda del crimen organizado, el Cártel de Sinaloa, sino de participar directamente en operaciones internacionales de tráfico de drogas.
Omitió decir, a su audiencia española, que su Secretario de Seguridad Pública federal y la mayoría de su equipo más cercano (entre ellos Luis Cárdenas Palomino, a quien Calderón condecoró como policía ejemplar) están detenidos o se dieron a la fuga por acusaciones de tortura, enriquecimiento ilícito, crimen organizado, tráfico de drogas, extorsión o incluso de asesinato.
El expresidente mexicano, invitado especial del Partido Popular a dar una conferencia, no dijo en esa reunión con ciudadanos de otro país que lo que él llama “pico” fue, en realidad, una escalada inédita de violencia en México –que todavía no se ha podido contener–, provocada por su política de seguridad, que causó que esas dos ciudades, Ciudad Juárez y Monterrey, padecieran un estallido de homicidios nunca antes visto.