«Matar es la culminación de la desigualdad social”, apuntó la profesora de la Universidad de California, Berkeley, Judith Butler: “Las mujeres son asesinadas no por lo que hacen, sino por lo que son”. Las mujeres son asesinadas no en función de lo que hacen, sino de lo que se percibe que son, y por la jerarquía que tienen en un sistema dominado por los hombres”.
Y México es un país muy desigual y de alta discriminación en todas las esferas, esto provoca que la situación de las mujeres -en especial jóvenes y adultas mayores- sea muy crítica, fácilmente son presa de la violencia y la pobreza, acompañada de la impunidad del Estado.
Algunos de los hallazgos del importante estudio que publicó Oxfam en julio de 2019, titulado “Por mi raza hablará la desigualdad. Efectos de las características étnico-raciales en la desigualdad de oportunidades en México”, lo señalan:
“Entre las mujeres es donde se encuentran contrastes estadísticamente significativos de manera más frecuente. Esto sugiere un efecto de interseccionalidad, según el cual, las desigualdades étnico-raciales son más marcadas para las mujeres que para los hombres.
Por otra parte, llama la atención que sea en la dimensión económica en la que las características étnico-raciales tengan mayores efectos para las mujeres que para los hombres.
Esto es particularmente notorio en los modelos ajustados, pues controlan por la condición socioeconómica de origen. Así, en esta dimensión, 86 por ciento de los contrastes étnico-raciales generó diferencias estadísticamente significativas para las mujeres, frente a solo 45 por ciento entre los hombres”.
El estudio de Oxfam encuentra que el tono de piel marca una diferencia al momento de conseguir empleo, dado que quienes tienen rasgos físicos indígenas tienden a ser menos aceptados por las empresas que quienes tienen aspecto blanco.
Pero este efecto se observa para las mujeres y no para los varones, lo cual sugiere que la discriminación cromática sólo se hace efectiva cuando se combina con el género como eje adicional de desigualdad: “Y dentro de esta plétora de discriminación, ser mujer indígena es la que genera una marea en contra más fuerte. La desigualdad de oportunidades de hoy todavía se alimenta de la discriminación y el racismo del pasado”.
El informe muestra cómo la desigualdad de oportunidades, así como la desigualdad de ingreso, de riqueza, de género y la motivada por características étnico-raciales son resultado de decisiones de políticas públicas y pueden ser revertidas con las políticas adecuadas.
Desde esta mirada en México URGEN políticas públicas para resolver la desigualdad y la violencia de la que son objeto las mujeres; el climax de esta violencia que son los casos de feminicidio. Como bien dice Sabina Berman “matan a las mujeres cotidianamente con la desigualdad y la discriminación y luego, las asesinan físicamente”.
En medio de una trenza de impunidad y complicidades que obviamente tiene que atender el Estado (a veces también forma parte de esa trenza) con políticas públicas “urgentes”.
El estudio de Oxfam recuerda que “la desigualdad también se expresa en el ejercicio efectivo de los derechos civiles, políticos y sociales. Esto revela que México es una sociedad con alta desigualdad, tanto distributiva, como de oportunidades.”
La discriminación -que se acentúa en las mujeres-, es un mecanismo clave para explicar la desigualdad de oportunidades.
Por ello, es indispensable entender las características socioeconómicas de origen y las étnico-raciales como dimensiones entrelazadas por una historia de confluencia de desigualdades socioeconómicas y étnico-raciales. En el caso de género se debe abordar con el enfoque de la interseccionalidad que surge del feminismo negro crítico (Crenshaw 1989).
Es decir, bajo este enfoque, las desigualdades se estructuran a partir de la interrelación de múltiples niveles de injusticia social, pues se entretejen la discriminación étnica y racial, el sexismo y la opresión de clase, entre otras formas de discriminación. Adoptar una perspectiva interseccional para analizar la desigualdad de oportunidades supone considerar que las brechas existentes resultan de los efectos conjuntos de sus determinantes.
Así, las desigualdades sociales responden a la confluencia de posiciones (des)ventajosas de (al menos) clase, género y pertenencia étnica y racial, lo que se traduce en una asignación (des)favorable de oportunidades”.
“En pocas palabras, la desigualdad de oportunidades de hoy todavía se alimenta de la discriminacion”. En el estudio se utilizó un índice de orígenes sociales (IOS), el efecto simultáneo de las condiciones socioeconómicas de la familia de origen. que es un indicador multidimensional de la posición socioeconómica de la familia. incluye tres dimensiones: la educativa, la ocupacional, y la económica”.
En el nivel o cuartil I la disponibilidad de bienes como automóvil o camioneta, otra vivienda o apartamento, o recursos financieros como cuentas bancarias o tarjetas de crédito, era prácticamente nula. En promedio, dormían 5 personas por cuarto en las familias de este estrato. Los níveles se clasificación en cuartiles del I al IV y como se aprecia claramente en la gráfica las diferencias en la calidad de vida son enormes.
Por ejemplo, únicamente el 2.5 por ciento de las personas del nivel I disponen de lavadora, mientras que las del nivel IV son 78 de cada 100, esto se repite en los renglones de: teléfono fijo, tarjeta bancaria, automóvil, agua entubada en vivienda, o refrigerador. Todos elementos básicos en la calidad de vida, que obviamente es tremendamente desigual.
CARACTERÍSTICAS ÉTNICO-RACIALES SON DISTINTOS PARA HOMBRES Y MUJERES
Según el informe ser hablante de lengua indígena y tener un tono de piel oscuro genera mayores desventajas ocupacionales para las mujeres, mientras que la autoadscripción étnico-racial como indígena, negro o mulato, se asocia con mayores desventajas entre los hombres.
La probabilidad de alcanzar la educación superior es 26 y 35 por ciento menor para quienes hablan lenguas indígenas; para las mujeres es 73 por ciento menor respecto a las mujeres no hablantes de leguas indígenas.
En el empleo, el estudio indica que la desigualdad de género es más alta, 38 menos de oportunidades para hombres hablantes y 68 por ciento para mujeres hablantes.
No hay vuelta de hoja, resolver o por lo menos disminuir los niveles de desigualdad de las mujeres es indispensable, no sólo para que mejore su situación económica o su capilaridad social, que desde luego son muy importantes. También para que puedan vivir, es un asunto de superviviencia. Es una gran verdad: “Matar es la culminación de la desigualdad social”, Judith Butler.