A falta de líderes nativos y actuales que imitar, una gran parte de la rústica clase política que se ha apoderado del país refleja que su fuente de inspiración siguen siendo las tramas absurdas pintadas en El Libro Vaquero. Pero con malísima suerte.
La diferencia entre estos dos fenómenos (editorialmente, El Libro Vaquero lo es, por más que se denigre su perfil corriente), estriba en que los argumentistas y dibujantes de esa multi leída revista revelan mayor talento en la tarea de lograr el éxtasis de lectores culturalmente poco exigentes a través de diálogos y monos fantasiosos “encarnados” por atléticos rancheros justicieros y re cachondísimas mujeres, mientras los hijos bastardos de Maquiavelo con toda su sabiduría solamente despiertan la ira y el rencor.
En suma, la publicación cultiva más credibilidad que gobernador tamaulipeco. Y más confianza que mandatario jarocho.
Las escenas heroico-eróticas del libro en cuestión, que para cumplir con su cometido son magistralmente trazadas en paginitas impresas en color, por ejemplo son rivalizadas en la realidad por las grotescas imágenes y sandeces de una diputación federal priísta fielmente representada por Carmen Salinas.
Tan pobre está la producción de genios políticos (he reprimido el uso del término “jodida” por respeto a esta clase social que audazmente le sobrevive a gobiernos y partidos codiciosos), que los liderazgos actuales no servirán ni para medio llenar con información decorosa una página en futuros libros de texto gratuitos.
La historieta ilustrada, en cambio (“mas sin embargo”, diría aquella corcholatísima actriz embutida en la Legislatura federal por Televisa, la empresa televisiva que diariamente se muestra como gobierno tras la cortina), desde 1978 regocija a cientos de miles de lectores… incluidos, como se ve, gobernadores de talla políticamente escasa.
El reciente montaje en que el gobierno de Tamaulipas convirtió el cuestionado secuestro-“liberación” del futbolista Alan Pulido, transportó de inmediato al amable público nacional a recrear la chocante maquinación que la Policía Federal hizo durante el calderonismo y en exclusiva para Televisa del caso Florence Cassez… O del invento oficial sobre el funesto acto criminal que acabó con la vida de la niña Paulette Gebarah Farah, en tiempos de la administración de Enrique Peña Nieto en el Estado de México.
La feliz e increíble culminación del suceso tamaulipeco (con señas de haber sido sacado del vaquerísimo libro), activó la veloz incredulidad del público, negado a seguir siendo usado como espectador pasivo (como estúpido, vaya) de cuanta maldad mediática inventa la clase política en tiempos electorales.
A juzgar por la crítica atroz que circula por las redes sociales y en los círculos vecinales, la falsa heroicidad con que se cubrió el gobernador de Tamaulipas Egidio Torre Cantú, ha tenido efectos contrarios al afán electorero del PRI de engendrar votos a su favor en un estado copado por el crimen organizado. A escasos días de los comicios, el pulidesco tinglado parece que ha facilitado la toma de decisiones del elector.
El multi denunciado cochinero que enmarca el proceso electoral en 13 estados de la República y en la Ciudad de México, del que solamente el Instituto Nacional Electoral aparenta desconocer, no puede concebirse sin la tenaz participación de otro gobernante con rasgos sádicos como el de Veracruz… otro innegable fiel lector de las aventuras de pistoleros y damas de turgentes formas plasmadas en aquel cuento semanal.
Al grueso expediente de embrollos patrocinados por el grueso gobernador veracruzano Javier Duarte de Ochoa, se suma su reciente hazaña de supuestamente “convencer” para que se retractara a un periodista que originalmente contribuyó a denunciarlo por “desparecer” 645 millones de pesos a través de 21 empresas fantasmas en aquella entidad.
De acuerdo con el importante portal digital Animal Político, las empresas fueron creadas con la complicidad de notarios públicos y con el engaño a ciudadanos menesterosos cuyas firmas recabadas por el equipo gubernamental fueron usadas para fingir su calidad de socios empresariales y la entrega de contratos a las espectrales empresas.
La reducida inventiva del despreciado mandatario veracruzano, que sorprendentemente ha librado 34 investigaciones de la Procuraduría General de la República por el presunto mal uso de 35 mil 421 millones de pesos a que también hace referencia Animal Político, abre de par en par la puerta para la fuga de votos priístas.
El escenario en aquella tierra de Dios se modifica todos los días. Victimado por sus pecados actuales y del pasado, el camaleónico candidato panista a la gubernatura Miguel Ángel Yunes Linares, y la chapucera administración de Duarte le allanan el camino al candidato de Morena, Cuitláhuac García, un catedrático que fuera de los reflectores gana terreno político y seguidores.
La suma de todos los males causados por Torre Cantú, Duarte y mandatarios de la misma calaña y sin distingo partidista, configuran en pequeño las grandes calamidades que sufre el país completo, colocado en una desgracia semejante a los “Hijos de la Talidomida”, el fármaco que desde la mitad del siglo pasado produjo en el mundo el nacimiento de más de 12 mil bebés con graves deformaciones.
(A propósito, el medicamento Talidomida inicialmente prescrito para atacar el vómito y alteraciones nerviosas fue prohibido en todo el mundo, pero desde 1998 se sigue comercializando sólo… en México, a un costo de 200 pesos. Aún cuando se advierte que es usado como alternativa para pacientes con sida, lupus, cáncer y úlceras, y a pesar de que presuntamente está regulado por la Secretaría de Salud, no deja de entrañar riesgos de daños irreversibles, conocida como es la inducida afición de los consumidores por la automedicación abierta y subterránea).