Cuando los especialistas estudiaron el número de personas afectadas por enfermedades cardiacas en diferentes partes del mundo, se asombraron de un hecho aparentemente contradictorio: ingleses y estadounidenses presentaban una incidencia mayor de muerte por enfermedades del corazón que los franceses. Esto a pesar de presentar un consumo similar de grasas saturadas -responsables de estos padecimientos- y de un promedio parecido de colesterol en la sangre.
¿Qué hacían los franceses para gozar de una mejor salud?
La paradoja francesa
Muchos investigadores fueron en busca del secreto francés y encontraron que la dieta mediterránea -pocas grasas animales, verduras, fruta, queso y granos- y el consumo de vino eran saludables para nuestro corazón y arterias y que su potencial antioxidante mejoraba nuestra calidad de vida.
Este fenómeno, conocido como paradoja francesa, explicó por qué los franceses no morían igual que el resto de los habitantes del mundo industrializado, que eran presa de infartos, arterioesclerosis, obesidad e hipertensión arterial de manera alarmante. Padecimientos asociados también con otros factores como dietas hipercalóricas, nula actividad física, y estrés laboral.
Así nació la fama del vino como elemento indispensable para posponer la aparición de enfermedades crónicas y degenerativas, en particular las cardiovasculares. Los descubrimientos en el estilo de vida mediterráneo -que incluía igualmente a españoles- apuntaban a que este fermentado poseía sustancias muy benéficas para el organismo humano. En países como México, cada vez apreciábamos más el elíxir de las vides y comenzamos a incluirlo en nuestra vida diaria.
La “vinomanía” estaba a las puertas.
Una copa al día, no una botella
“Es cierto que hay estudios que demuestran una menor mortalidad en países como Francia y España por enfermedades cardiovasculares. Pero no todo puede achacarse al consumo de vino”, explica el Dr. Luis Alcocer Díaz-Barreiro, jefe del Servicio de Cardiología del Hospital General, investigador de los Institutos Nacionales de Salud y profesor de Cardiología de la UNAM.
“Hay otros elementos que sumados están en la causa de la llamada paradoja francesa. Uno de ellos es que la gente mediterránea cotidianamente consume vino en pequeñas dosis durante la comida, que se realiza en un ambiente relajado, cordial y desestresante, mientras que en países como México y Rusia alcohol se bebe en grandes cantidades, pero en fiestas o reuniones”.
Esa es una diferencia importante. Para el Dr. Alcocer hay también otros problemas con el alcohol: “La aportación calórica del vino es muy alta -entre 110 y 125 calorías por copa- y su consumo inmoderado puede ocasionar la elevación de los triglicéridos, otra forma de grasa que recorre nuestras arterias y que potencialmente puede causar padecimientos cardiovasculares”.
Pero no sólo eso, incluso puede acentuar problemas de sobrepeso: “El consumo de alcohol llega a representar hasta el 10% de la ingestión total de calorías en una persona que bebe habitualmente”, aclara el cardiólogo. Todos hemos oído de los problemas de obesidad en México y sus consecuencias: diabetes, hipertensión, colesterol alto, incapacidad física y disminución de la calidad de vida.
Si vas a tomar vino, también toma en cuenta esto:
– Según el Proyecto Ciencia, Vino y Salud de la Facultad de Ciencias Biológicas de la Pontificia Universidad Católica de Chile, la clave del bienestar es consumir entre 270 y 400 mililitros diarios (1 copa para mujeres y 2 para los hombres).
– Esta cantidad no es acumulable: no es lo mismo tomarse una o dos copas diarias que 7 el fin de semana.
– Consume vino diariamente en un ambiente relajado en el marco de una dieta saludable (muchas verduras, frutas y granos enteros y pocos productos de origen animal).
– La ingestión de alcohol no debe considerarse una medida de prevención de enfermedades.
¿El elíxir de la juventud?
El Laboratorio de Biología Molecular del Envejecimiento de la Universidad de Harvard y el Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT) descubrieron la relación de las sirtuinas -unas proteínas antioxidantes- con el retraso en la aparición de trastornos como la hipertensión, los niveles altos de colesterol y la diabetes. El resveratrol, la sustancia benéfica del vino, es un activador natural de estas proteínas.
Lo que no se ha demostrado -y ojo con la publicidad engañosa de productos milagrosos- es que tomarlo como suplemento alimenticio, o incrementar su consumo, sea efectivo para retrasar la progresión a padecimientos crónicos y degenerativos como los mencionados.
El Dr. Alcocer lo sintetiza. “Sí. El vino contiene sustancias como los polifenoles que son antioxidantes, pero su efecto es muy leve sobre nuestra salud. Tendríamos que tomar grandes cantidades de vino para atestiguar un resultado realmente positivo. Y eso es contraproducente: tomar alcohol en exceso nos lleva a la obesidad, alteraciones del hígado y cáncer, por mencionar algunos ejemplos del daño que puede causar”.
Hasta hoy, solamente la terapia con estatinas -fármacos que controlan los niveles del colesterol HDL o “malo”- ha podido demostrar eficacia en la prevención de eventos cardiovasculares y una mayor sobrevivencia a largo plazo en pacientes con factores de riesgo (como tabaquismo, vida sedentaria y sobrepeso). El más reciente reporte de esta observación se publicó el año pasado en la revista British Medical Journal y parece que no hay duda. Se puede reducir la mortalidad por eventos cardiovasculares (infarto, angina o ictus) por medio de estos abordajes terapéuticos.
Consumir alcohol no es una acción preventiva ni deberíamos pretenderlo. Pero tampoco significa que una copa de vino no sea disfrutable. Después de todo, en la vida hay que relajarse para estar sano y un buen tinto nos puede ayudar a soltar el cuerpo.
Literalmente: ¡Salud!
Fuente: CNN