El Presidente electo Andrés Manuel López Obrador inició el domingo una gira por México acompañado de su nuevo jefe de seguridad: el dueño de un restaurante que coordinará una brigada civil en lugar de la seguridad proporcionada por el Estado Mayor Presidencial.
López Obrador, que asumirá el puesto el 1 de diciembre, presentó a Daniel Asaf a los reporteros en el aeropuerto internacional de la Ciudad de México antes de partir rumbo a Tepic, capital del estado occidental de Nayarit. Dijo que Asaf organizará a 20 asistentes civiles, los cuales trabajarán en turnos de cinco personas para acompañarlo de forma que pueda interactuar con los electores sin que lo aplasten.
El popular mandatario electo disfruta interactuar con los electores mexicanos y a diario lo rodea gente que le desea suerte en su gestión. Estrecha manos. Posa para fotografías. Y se detiene a escuchar peticiones que van desde ruegos para poder localizar a personas secuestradas o desaparecidas a solicitudes de empleo.
López Obrador hizo campaña por todo México durante 13 años con dos postulaciones fallidas a la presidencia antes de obtenerla en julio con una victoria contundente. Visitó aldeas remotas y peligrosas con una comitiva modesta.
Romana considera “muy preocupante” que Lopez Obrador desee confiarle su seguridad a alguien sin experiencia en ese campo a medida que se acerca a la presidencia. Al mandatario electo “le importa demasiado la opinión pública”, afirmó, y consideró que está “comportándose como candidato que está buscando los votos”.
Los presidentes mexicanos sólo pueden ejercer durante seis años. La constitución cuenta con varios planes de sucesión en caso de que un Presidente en funciones quede incapacitado, según el tiempo que lleve en el puesto. El liderazgo interino podría recaer sobre el secretario de Gobernación o el Presidente del Senado hasta que se vuelvan a efectuar elecciones generales.
Expertos mexicanos en seguridad dicen que López Obrador está asumiendo demasiados riesgos. Hacen notar el apuñalamiento este mes del candidato presidencial brasileño Jair Bolsonaro en una calle muy concurrida, y el asesinato en 1994 del aspirante presidencial mexicano Luis Donaldo Colosio como prueba de que uno nunca sabe quién podría tener intenciones asesinas. Los presuntos agresores en ambos casos han sido presentados como personas que actuaron solas por inestabilidad mental y desacuerdo con los mensajes de los políticos.
El analista en seguridad Alejandro Hope dijo que los elementos civiles de seguridad hacen que sea más fácil que alguien agreda al Presidente electo.