La mañana es helada, Alejandro tiembla, trae un pantalón de mezclilla, playera y una sudadera; una vieja y delgada chamarra azul cubre su cuerpo, en la cabeza una gorra y unos guantes protegen sus manos que han labrado la tierra de su país natal.
Alejandro Morales Magaña es un hombre que en su búsqueda de una mejor calidad de vida dejó atrás a su esposa y a un hijo de ocho años, a quienes espera darles un día “un poco de pan, de comida, de calzado, un estudio, para que sean mejor que uno, no igual que uno”.
Alejandro lleva tres meses desde que salió de El Salvador, es un migrante que camina sobre las vías por donde pasa “La Bestia”, y al enterarse de que el Papa Francisco llegará hasta estos parajes, le pide su bendición para él y sus compañeros, y así lograr llegar a Estados Unidos y encontrar su tan anhelado “sueño americano”.
“Que nos bendiga a todos, no nada más a mí, sufrimos mucho, es muy feo el trayecto, sufre uno frío, luego se suben al tren y te roban, te quitan todo tu dinero”, relata.
Alejandro espera que la visita del Pontífice al país ayude a todos lo que vienen del sur del continente, “porque sufren mucho, muchas injusticias, robos, maltratos, humillaciones”.
Sólo 30 pesos en el bolsillo acompañan a Alejandro en este viaje, su esperanza y su fe van en la mochila; ahí mismo, un bolillo, una galleta, un refresco y un pequeño recipiente de plástico donde guarda algún alimento que puede comprar o que le regalan.
Alejandro bajó de “La Bestia”, cerca del fraccionamiento Las Américas, municipio de Ecatepec, en el estado de México, y necesita conseguir un poco de dinero para continuar, aún le falta un viaje de una hora en tren para llegar hasta Lechería, lugar desde donde puede tomar otro que le lleve hacia el norte del país.
“Yo voy pa’ Estados Unidos porque dejé a mi familia allá atrás, porque hay mucha pobreza y vengo para pedir dinero e ir para el norte, por donde vivo está muy fea la situación”, agrega.
No sabe cómo llegará, pero cuenta que es mejor que en su país, lugar donde ya no puede ser agricultor, lo único que se siembra allá, dice, es amapola y mariguana, por lo que es imposible seguir trabajando.
Pasar por robos, extorsiones, caídas, fríos, lluvias y hambre, no es tan malo, aquí está mejor que de donde viene, afirma.
Alejandro ha tenido poco contacto con su familia vía telefónica; su única familia ahora es la gente con la que viaja: ecuatorianos, hondureños y guatemaltecos en su mayoría.
“Venía con camaradas, pero allá por Teotihuacán hay un cruce, ellos se desviaron, pero yo me quedé dormido y me vine con otros que más adelante están pidiendo dinero, en ocasiones vienen niños, muy pocas mujeres, son más los jóvenes”, narra.
Hay veces que para sobrevivir, Alejandro tiene que buscar comida en la basura, “me acabo mi dinero en la cena, pero no importa, allá (en su país) hay mucha pandilla, hay mucha explotación, pagan muy poquito, aquí te compras una soda, allá no te alcanza para nada”.
“Tiene uno que aguantar de todo para darles de comer a la familia, para mandarles un poco”, agrega.
Sin embargo, este migrante que busca un sueño pide a su gente tener ánimo, “para atrás ni para tomar vuelo, nada, puro pa’ delante, ni pa’ atrás como los cangrejos; aunque hay veces que sufrimos, pero para eso venimos, para darles un poco más a la gente que nos está esperando”.
Don Antonio, un trabajador de la empresa Ferrovalle, que prefiere mantenerse en el anonimato, comenta que muchos de los migrantes son mexicanos que se hacen pasar por indocumentados y viven de eso, ya que la gente les regala ropa, pañales, dinero y comida, sin saber que tan solo son estafadores.
Sin embargo, dice, casos como el de Alejandro son constantes, los verdaderos migrantes llegan a la zona a bordo del tren que viaja desde el sur de la República Mexicana, están algunos días perdidos, para juntar dinero y seguir su camino.
Alejandro se aleja caminando sobre las vías del tren, para no perderse, para no desviarse del camino, para seguir buscando su “sueño americano”.
De acuerdo con el Anuario de Migración y Remesas México 2014, de Fundación Bancomer y el Consejo Nacional de Población (Conapo), hay 231.5 millones de migrantes en el mundo, lo que significa 3.2 por ciento de la población mundial.
De ellos, 48 por ciento son mujeres y 52 por ciento hombres; mientras que 15.2 por ciento son originarios de América Latina y el Caribe.