El básquetbol se ha convertido en algo más que un juego para los niños triquis; es la forma en la que pueden obtener sus tres comidas diarias. La intensidad con la que disputan cada balón es admirable y sus rivales lo saben; ponen los ojos en el esférico y no lo pierden de vista hasta que lo recuperan para lanzarse hacia al frente y encestar.
Coraje, garra, convicción, trabajo en equipo y un excelente manejo de balón es algo que caracteriza a este equipo desde el primer minuto de juego hasta el silbatazo final. Sin duda es lo que distingue a los triquis, pues de los triunfos depende si comen o no.
Melquiades Ramirez Cruz, niño triqui de 12 años de edad y originario de la región mixteca de Santa Cruz Río Venado, municipio de Constancia del Rosario, Oaxaca, nos comentó que antes de hacer deporte, se encontraba en su pueblo trabajando en el campo; ahí cortaba leña para apoyar a su familia.
Relató que fue con la llegada del profesor Sergio Zúñiga cuando su vida cambio, pues en lugar de trabajar arduamente bajo el pesado sol, su vida cambió al tener la oportunidad de pisar canchas de baloncesto de otros países, junto con otros niños triquis en la Academia Indígena de México.
“Hace unos años se hacían campamentos en las comunidades de la región y ahí entré a jugar para tener una vida mejor y mis tres comidas diarias. El profe me vio jugar y me dijo que tenía talento, yo antes no conocía el básquetbol y ahora para mí no sólo es un deporte, sino una puerta que se me abre para poder salir adelante, incluso en lo profesional”, señaló el niño.
Con gran orgullo de sus raíces y de lo que han logrado, pese a sus visibles limitaciones, el joven basquetbolista señaló que otras de sus pasiones es el estudio, pues deben de conjuntarlo para seguir con este sueño, ya que para poder seguir jugando deben promediar al menos 8.5 en la escuela, además de leer un libro cada quince días y no dejar de hablar en su lengua mater.
Estos niños no sólo son un ejemplo del empuje y carácter que se debe tener al momento de enfrentar un partido, son más que eso, es la prueba de que todo es posible cuando se tiene un firme propósito, mejorar su condición de vida y las de sus familias.
“Me siento muy orgulloso de mí y de mis amigos porque cuando se quiere se puede, si no lo intentan nunca va a salir, como dice mi entrenador, juega y disfruta el partido. Creo que nosotros somos un ejemplo a seguir y por eso tenemos que demostrar de lo que somos capaces los mexicanos”, concluyó Melquiades después de sostener un encuentro con el equipo de Potros, media superior, como entrenamiento para el torneo que sostendrán en Alemania del 28 de junio al 4 de julio.
Al final, el resultado favoreció a los niños oaxaqueños por un marcador de 54-28.