De pandillero a sacerdote; Gabiriel se ordenó en cárcel de Apodaca

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No te conozco, pero sé que no me vas a dejar aquí”, se dijo Gabriel Zul Mejía, una noche mientras estaba preso en el penal de Topo Chico.

El joven de 36 años recuerda que antes de su encuentro con Cristo, vivía sumergido en los conflictos con pandillas. Las riñas lo llevaron a prisión, lugar donde encontró su vocación y tras 10 años de formación, fue ordenado sacerdote en el Centro de Reinserción Social de Apodaca.

“En ese tiempo desvaloraba el amor de mis padres y de mis hermanos. La desobediencia a mis padres y los constantes pleitos que llegué a tener en la colonia me llevaron a estar en prisión en el penal de Topo Chico”, apunta.

“Recuerdo que el lugar en donde estuve le llamaban ‘observación’, y fue allí en donde tuve mi diálogo con Dios. Siempre he dicho que Dios escuchó lo que le expresé, pero también escuchó las oraciones de mi madre y de la Iglesia que ora en todo momento por los jóvenes que se encuentran perdidos en la vida”, recuerda.

La ordenación estuvo a cargo de Rogelio Cabrera López, arzobispo de Monterrey, quien le pidió al nuevo sacerdote “mirar lejos con esperanza, amar sin exclusiones y celebrar la Eucaristía porque todo lo que hagas tiene que referirse a la Eucaristía”.

En su homilía, el prelado dijo que el penal de Apodaca es “la Catedral de Monterrey que se traspasa a este edificio porque donde está la Iglesia está la Eucaristía y donde está la Eucaristía está el sacerdote”.

Explicó que hay que mirar lejos y con esperanza, como el padre espera a su hijo todos los días, “con esperanza para vivir y también esperanza para soportar”.

El arzobispo de Monterrey dijo que el amor debe ser incondicional “no prejuiciado, que no condene, no excluyente, que mire a la persona por el valor que tiene”.

“Ánimo, Gabriel, Dios pone en tus manos tesoros inimaginables”, dijo el prelado.

Durante la ceremonia, dos internos hicieron las lecturas de la misa que contó con la participación de los obispos auxiliares, Óscar Tamez y Heriberto Cavazos, así como una representación del presbiterio de Monterrey.

El nuevo sacerdote agradeció a los asistentes, entre los que estaban familiares, amigos, congregaciones en las que apoyó y con quienes misionó y también un grupo de internos.

Magdalena Mejía Bernal, madre de Gabriel, comentó que ahora que su hijo está en los caminos de Dios hay menos problemas en su casa y ellos cada vez son mejores “porque no nos serviría de nada que él anduviera en eso y nosotros en lo mismo”.

Al terminar la Eucaristía, repartieron biblias y rosarios a los internos. Los artículos religiosos fueron donados por los invitados del padre Gabirel, quien estará al servicio de los centros penitenciarios por instrucción del arzobispo de Monterrey.

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