“Son ecos los que escucho, no sé qué sucede, todos lloran, mamá, papá, Isa; y mis perros, dónde están, ¿qué pasó?, ¿en qué momento tuve que tener miedo? ¿” Por qué no me cuidaste Omar”? Arlette Salas Chávez
Elena Arlette Salas Chávez desapareció el 8 de septiembre de 2016 junto a su esposo Omar David Castañeda Viloria, quién tenía una plaza de policía municipal en Tultitlan, Estado de México, en la cual según testigos llamados a declarar durante el proceso de investigación, solo estaba como aviador, (copias de dichas afirmaciones, las tenemos resguardadas) la familia de Omar desde el primer momento entorpeció la averiguación, en incontables ocasiones Isabel, hermana de la víctima, denunció el tráfico de influencias en el caso, la mayor parte del tiempo la familia de Omar ha intentado intimidarla, Isabel jamás pudo entrar a la casa de su hermana, la familia de Omar lo evitó todo el tiempo. La carpeta de investigación era movida de un lado a otro, de Coacalco a Ecatepec, y finalmente terminó en Tecámac, la agente encargada del caso en ese municipio, la Lic. Laura Yanitzin Jiménez, dio parte a la Policía Federal para que la Comisión Bancaria y de Valores investigara las cuentas de su cuñado y agendó una pericial en la casa de la pareja, pero esta vez de manera procedente, con perros entrenados, luminol, etcétera. Todo esto se realizaría el 7 de marzo de este año.
Sospechosamente para Isabel, justo cuando podría saberse la verdad, le notificaron el 3 de marzo que habían encontrado a la pareja, asesinada.
Isabel reconoció el cuerpo de Arlette, sin embargo, jamás reconoció el cuerpo de su cuñado Omar. Isabel asegura que Omar tiene cicatrices en la cabeza, el tórax, las piernas y los brazos consecuencia de accidentes en moto en el pasado. Además, el grado de descomposición no era el mismo que tenía Arlette; Isabel en conferencia de prensa, el pasado 8 de marzo, hizo saber de sus dudas, de la seguridad de que la muerte de su cuñado es un montaje para no ser detenido por el feminicidio de Arlette.
Ante esto, la Fiscalía General de Justicia del Estado de México, mediante comunicado de prensa replicado por varios medios de comunicación, aseguró que la pareja (Arlette y Omar David) se dedicaban a la extorsión y clonación de tarjetas bancarias, razón por la que, la primera línea de investigación apunta a un posible conflicto entre las víctimas y el o los probables responsables, con dicha información Isabel fue descalificada desde las mismas autoridades.
Los cuerpos fueron encontrados el 2 de marzo, a Isabel le notificaron el día 3, la necropsia de ley se llevó a cabo el 10 de marzo, el cuerpo de Arlette fue entregado el 11 de marzo por la tarde.
Ambos cuerpos fueron sepultados por separado el fin de semana pasado, sin embargo, luego de que la Fiscalía del Estado de México señalara como un delincuente a quien fungía como policía municipal en Tultitlán y además se dedicaba a la extorsión, Omar David Castañeda Viloria, gracias a su padre que es Policía Federal activo y ex militar, Leonardo Castañeda Hernández, fue sepultado como héroe, franqueado por el Ejercito Mexicano, sepultado en el Cementerio Militar, la lectura de dicha acción es: Puedes ser delincuente, poner en riesgo a tu familia, o ser sospechoso de la desaparición y asesinato de tu esposa, no importa serás dignamente sepultado.
EL DOLOR POR ARLETTE
Un ataúd, gris, en medio de una sala llena de dolor, de dudas, de llanto, de impotencia, la foto que por meses públicó su hermana Isabel nos daba la bienvenida, una imagen que refleja a una mujer plena, tenía 32 años, el mundo era suyo, su mundo era darles bienestar a perros abandonados en las calles, era colmada, se le veía feliz, siempre fotografiada con sus mascotas; flores blancas, rosas rojas y blancas, girasoles; enmarcaban la imagen de esa foto.
Elena Arlette, nació en la Ciudad de México el 10 de agosto de 1984, era la segunda hija, hermana de tres. Arlette como a todas nos sucede se enamoró de un hombre hace 12 años, estaba con el hombre equivocado, estaba con el hombre que los últimos años le prohibía tener contacto con su familia sus hermanos y padres, el hombre que la llevó a la muerte, el hombre que la familia de Arlette, señala como el feminicida, y quienes dudan de su muerte.
Cualquier asesinato está plagado de dudas, de dolor, invadido de preguntas sin respuestas, respuestas que nunca llegarán, sin embargo, un feminicidio nos muestra y nos pone ahí como lo que somos, mujeres vulnerables, mujeres que en las manos de cualquiera podemos ser asesinadas, nos ratifica la falta de interés de las autoridades y el contubernio de las mismas con los feminicidas, nos recuerda la falta de sensibilidad de la sociedad ante lo que estamos viviendo, nos confirma que las mujeres somos desechables, que somos y seguiremos invisibles.
Cada feminicidio en el país nos da una cachetada, nos golpea con la verdad, esa verdad que a pocos conmueve, esa verdad que a diario tratamos de visualizar, entender, comprender, concientizar.
Al tener de frente el ataúd de Arlette, con su cuerpo, su foto, el cuerpo de una mujer, todos esos intentos se vienen abajo; su cuerpo tendido ahí nos hace comprender que estamos viendo nuestro propio asesinato, que ese dolor y ese llanto, tantas solicitudes de perdón de la familia, son las mismas que podría estar haciendo mi madre, mis hermanas, mis amigas, todas aquellas personas que en realidad me amaron.
Durante horas el cuerpo de Arlette estuvo siendo velado, en medio de la paradoja de saberla al fin cerca después de seis meses de no saber de ella, el dolor y la culpa de haberla encontrado sin vida.
Casi a las once de la mañana de ese domingo 12 de marzo, en el panteón Jardines del Recuerdo, en Tlalnepantla, en el estado de la vergüenza, el estado líder en corrupción y feminicidios, el Estado de México, fue trasladado el cuerpo de Arlette a la sección Jardín de Navidad.
Ninguna de las personas que se encontraban ahí dejaron de derramar lágrimas por Arlette, ella amaba la vida, ¿Quién tuvo el corazón de arrancársela de esa manera tan sanguinaria? la voz de Isabel, desgarrada, abraza el ataúd, frío, toma una rosa blanca en sus manos y jura ante Arlette que llegara a la verdad, le pide que ahora descanse y le agradece el haberle dado fuerzas para seguir buscándola.
Los minutos se llenan de dolor, el aire se vuelve irrespirable, el lente de la cámara se nubla al fin ante tanto sufrimiento, las paladas de tierra empiezan a cubrir el ataúd que abraza el cuerpo de Arlette, una mujer de cabello corto y serena… Arroja un ramo de flores blancas y moradas, en nombre de todos los perros que Arlette rescató.
Los padres de Arlette con el llanto contenido por momentos, su madre en silla de ruedas ahí, ante todos con el corazón en la mano, con el corazón arrancado del pecho como muchas madres victimas de feminicidios lo han hecho saber, somos testigos de cómo un feminicidio asesina a todos, a las familias, a los amigos, a los desconocidos.
El padre de Arlette se para junto a su tumba, no tiene mejor manera de hacerle saber a Arlette cuanto va a extrañarla, solo… Tocando su armónica, conteniendo el llanto, interpreta las golondrinas, terminando con un “Adiós Hija”.
El cielo se nubló; justo en ese momento cayeron las primeras gotas de lluvia de esa tarde.
Quieres contar una historia de feminicidio, o intento de feminicidio búscame, ayúdame a visualizarlas.
FUENTE : A FONDO