En pleno siglo XXI siguen discriminando a personas en antros del DF

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¿Hoy en día quién tiene tiempo de ir a las oficinas de alguna dependencia de gobierno a poner una queja y darle seguimiento? Además, ¿quién me garantiza que la institución a la cual acudí realmente va a hacer algo? Por supuesto que hay razones para tener desconfianza en las instituciones, pero si no las ponemos a trabajar podemos estar seguros de que nada de nada ocurrirá.

Hay pocas formas de discriminación que sean tan visibles y cínicas como la que se vive cada fin de semana en muchos antros y bares del país. Cadeneros que seleccionan a la clientela que es “digna” de entrar en cierto establecimiento son parte fundamental de la vida nocturna mexicana. Lo más curioso es que muchas veces esos cadeneros hacen su chamba junto a una placa que dice “En este establecimiento no se discrimina por motivos de raza, religión, orientación sexual, condición física, socioeconómica ni ningún motivo”.

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En México tenemos una Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación, una Ley para Prevenir y Eliminar la Discriminación del Distrito Federal, un artículo 58 de la Ley Federal de Protección al Consumidor, una Ley de Establecimientos Mercantiles del Distrito Federal, e incluso un artículo 206 del Código Penal del Distrito Federal que penalizan ese tipo de discriminación. Entonces, ¿por qué permitimos que sucedan estas situaciones?

Probablemente la respuesta más simple es la desidia. ¿Hoy en día quién tiene tiempo de ir a las oficinas de alguna dependencia de gobierno a poner una queja y darle seguimiento? Además, ¿quién me garantiza que la institución a la cual acudí realmente va a hacer algo? Por supuesto que hay razones para tener desconfianza en las instituciones, pero si no las ponemos a trabajar podemos estar seguros de que nada de nada ocurrirá.

Como mencioné en un artículo reciente, fui discriminado junto con un grupo de amigos en el antro Don Quintín de la Condesa, debido a que dos de ellos se besaron. Los guardias de seguridad dijeron que se “dejaran de joterías” y ante el enojo de algunos amigos, comenzó un pleito que terminó con todo el grupo siendo sacado a empujones del lugar. Posteriormente acudí al Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación de la Ciudad de México, COPRED, a interponer una queja con el fin de que que los representantes legales del lugar pidan una disculpa pública y acepten que todo el personal sea capacitado en trato igualitario.

Pude haber acudido también a PROFECO a poner una queja o a la PGJ a poner una denuncia penal hacia el establecimiento, sin embargo soy de los que cree que en materia de discriminación necesitamos educar, más que reprimir. Sin embargo, dependiendo de lo que ocurra con mi queja de COPRED, veremos qué prosigue. Hay que recordar que las quejas presentadas en COPRED o en su similar federal, CONAPRED, no hacen que las recomendaciones sean obligatorias. Es decir, las personas o negocios deciden si aceptarlas o no.

Por otro lado, hay que admitir que varios antros gays tampoco son lugares libres de discriminación. Existen algunos establecimientos en Polanco y Lomas en los que al igual que en otros antros “fresas”, si no vas bien vestido, si no eres guapo o gente bien, no entras. Y si entras, tendrás que atenerte a las miradas de superioridad de muchos de los clientes.

Necesitamos quitarnos la pereza e ir a denunciar. Probablemente tengamos que invertir algo o mucho de nuestro tiempo, pero si no lo hacemos, las cosas no van a cambiar. Quizás la discriminación en los antros suene como algo trivial cuando la comparamos con la discriminación en los lugares de trabajo o en los servicios de salud, sin embargo puede representar la punta de lanza de una verdadera cruzada por el trato igualitario en la Ciudad de México.

El racismo, el clasismo, la homofobia y otras formas de exclusión, no tienen lugar en un país que tiene un marco legal tan completo en materia de discriminación. Aprovechemos las herramientas que hay a nuestra disposición y pongamos a mover a las instituciones que nosotros mismos financiamos con nuestros impuestos. A ver si así, pronto podemos ir a divertirnos a cualquier lugar, sin el temor de que a nuestro amigo moreno, a nuestra amiga bajita, a nuestro hermano tatuado o a nuestra prima con alguna discapacidad, le digan “No pueden pasar, ya estamos llenos”.

Fuente : Animal Político

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