Sicaria tenía intimidad con decapitados y luego bebía su sangre

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Una vez fuera del útero trabajó de cocinera, mesera, sexoservidora y halcona del Cártel de los Zetas

Juana alias “La Peque” está recluida en uno de los Centros de Reinserción Social de Baja California. Presume que le gustaba tener relaciones con los decapitados y después tomar de su sangre.

En libertad perteneció al brutal cártel de los Zetas. En este relato, Juana narra las distintas estaciones por las que ha transitado y que la han conducido de la libertad al encierro carcelario; del sexo servicio al halconeo, como le llaman en el argot del crimen organizado a las tareas de contraespionaje de militares y policías.

Si hay algo a lo que Juana le tiene miedo es a que le corten las orejas pedacito por pedacito. Como si fueran páginas de periódico a que solamente se les quiere recortar las erres. Su niñez no se asoma por ningún lado. Parecería haber abandonado el encierro del vientre materno siendo un adulto. Y una vez fuera del útero trabajó de cocinera, mesera, sexoservidora y halcona del Cártel de los Zetas.

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Nuevamente está encerrada; ahora en una cárcel fronteriza; en un estómago de piedra. Mientras pone en forma su narración, recuerda una tétrica narración periodística. Se trata de la esposa de un empresario mexicano a la que en su secuestro, y con la frialdad de una serpiente, su verdugo le pregunta: “¿Prefiere que le corte la oreja izquierda o la derecha?, dígame para saber en cuál ponerle anestesia”. Aunque se pagó el rescate, tres meses después volvería a su hogar sin ambas.

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