Vivir con el mínimo es sobrevivir

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Se encontraba recostada sobre un cartón en la entrada de emergencias de la clínica 110 del IMSS, junto a ella un hombre dormido con un brazo vendado  junto a su pecho, ambos sucios y cansados, la hora no favorecía las circunstancias, daban casi las 11 de la noche en sábado.
Ella pidió anonimato, quiso ser citada como Estela. Voluntarios veteranos de la Cruz Roja se acercaron para entregarle un poco de comida, labor que al menos dos veces al mes realizan, y ahí fue donde surgió el comentario. “Ella siempre está aquí, pero no se atreve a venir a pedirnos, hay que llevarle la comida”.
Mientras se sentaba en los cartones confirmó que efectivamente, tenía ahí más de un año. El hombre que estaba junto a ella, era su hijo y tenía problemas mentales. Sus múltiples enfermedades los obligaban a estar cerca de esta unidad médica que era la que les correspondía.
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Como no tenían en dónde más quedarse, tuvieron que adoptar la calle como su lugar para vivir. El 28 de este mes, operarían a su hijo del brazo, así que menos que nunca tenía pensado moverse de aquel hospital.
“Me dieron chance de barrer aquí, la gente me da dinero, saco como 100 pesos al día. Hay gente que me da comida pero no siempre” dijo Estela al preguntarle qué hace para sobrevivir.
Es decir, 100 pesos que es un poco más de un salario mínimo que son $73.04 pesos los cuales, nos habíamos propuesto vivir una semana como parte de un ejercicio vivencial.
Actualmente, cerca del 14 por ciento de los mexicanos vive con uno o menos salarios mínimos. Este dinero, aunque podría ser suficiente para algunos, no alcanza si quiera para pagar una renta, agua, luz y mucho menos placeres como internet o televisión por cable.
Fue así como una reportera de EL INFORMADOR, se planteó vivir durante siete días con $511 pesos, y obviamente no sobró nada, lo contrario tuvo que pedir prestado $14 pesos para transporte del último día.
“Todo fue empeorando al pasar los días”
Comenzó bien, hasta el tercer día que comencé a resentir la preocupación constante de no tener dinero. Incluso dormida, pensaba en qué iba a comer al día siguiente, analizaba los precios de las cosas más simples como un vaso de café, el kilo de tortillas, un cuaderno en el supermercado, un jabón de baño, por mencionar algo.
Traté de solventar lo principal, comida y transporte porque no alcanzaba para más. Al cuarto día me enfermé, desperté con temperatura alta y dolor de garganta, era sábado y no podía esperar hasta el lunes para ir al Imss porque tenía actividades programadas que no podía mover de horario. Tuve que ir a un consultorio médico de Similares y pues desembolsé casi $90 pesos.
Así es, una simple infección terminó dejándome únicamente con lo indispensable. Los siguientes días traté de no gastar en nada más que no fueran los $7 pesos de ida y otros de regreso al trabajo, pero no fue así. Gasté un paquete de toallas femeninas, algo que se me había olvidado contemplar para esta semana.
Fuera de este ejercicio, yo había hecho cuentas de cuánto era mi gasto mínimo al mes, resultó ser aproximadamente $150 pesos diarios. Algo que por supuesto resentí esta semana a la que se me ocurrió nombrarla “Viviendo con el mínimo”.
Sí, quienes ganan realmente el salario mínimo es la minoría, pero eso no significa que no tenga qué importarnos. Como Estela muchos mexicanos viven con ganas de querer comprar una prenda, un pastel para un cumpleaños, complacer el antojo de tacos, o simplemente contar con un servicio extra que te permita vivir más cómodo, obviamente con $73.04 pesos, es imposible.
A través de Snapchat de EL INFORMADOR, donde decidimos compartir el día a día de este ejercicio vivencial, muchos usuarios comentaron que era imposible que lo lograra, ahora respondo que se puede vivir con el mínimo, pero no alcanza para darnos lujos, mucho menos tranquilidad económica algo que no le había prestado atención.
Al segundo día fui a comprar despensa al supermercado, en mi carrito se contaban fácilmente unos 10 productos. La señora que estaba formada adelante de mi, llevaba dos carritos llenos de artículos que seguro me hubiera encantado comprar, pero no fue así.
Salí un día con mis amigas, ellas me invitaron un café y se los agradecí infinitamente, en otras circunstancias yo hubiera sido la anfitriona y hasta me daría el gusto de comprar algo para comer, ese día solamente había desayunado, a ellas las vi a las 6 de la tarde. Estos son ejemplos simples de lo que quería y no pude comprar.
La idea de elevar el salario mínimo suena fantástica para quienes actualmente miden su sueldo con esto, pero también no hay que olvidar que hay efectos colaterales como la inflación ¿quiénes ganan o pierden con esta medida? Tendríamos que analizarlo, pero definitivamente, unos pesos extras a nadie nos cae nada mal.

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