El nuevo diseño del paradigma educativo de México

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  1. La Ciencia ética como demiurgo

Diseñar un nuevo paradigma educativo para el México del Siglo 21 es una tarea para las mejores cabezas del país. Para ser más preciso, para los mejores científicos éticos, democráticos y patrióticos que se puedan encontrar. Se puede complementar ese grupo de diseño con un número de filósofos, pedagogos y artistas de todo tipo. Pero la hegemonía del grupo debe estar inequívocamente en manos de científicos críticos de vanguardia. Porque las innovaciones y aportes a la pedagogía y didáctica vienen hoy día de las neurociencias, la sicología aplicada y las ciencias de la información. Se requiere, en pocas palabras,  científicos interdisciplinarios comprometidos con la ética, la nación y la democracia o, en palabras del Libertador Simón Bolívar, gente de “moral y luces”.

  1. El Estado como decisor

Una vez terminada la propuesta, debe haber diálogo público. Sin embargo, la decisión final tiene que ser del Estado como representación institucional de la volonté générale(Rousseau)  –legitimada en México por un mandato popular del 53 por ciento– no de intereses particulares de sindicatos, padres de familia, denominaciones religiosas, intereses mercantiles de corporaciones transnacionales, del proto Estado global (OCDE, BM), de proyectos de ganancia de la educación privada o de intereses de dominación ideológica.

  1. La Clase académica dominante

Un obstáculo fundamental al diseño del nuevo modelo educativo del Siglo 21 para México, de por sí una tarea compleja, es lo que podríamos llamar la clase académica dominante. A nadie que trabaja en la ciencia se le escapa, que el mercado académico, particularmente en las llamadas ciencias sociales, es un mercado oligopólico opaco, controlado por pequeños grupos de caciques, mercaderes y burócratas, que administran las becas, las revistas que dan los puntitos para el tabulador salarial, los boletos para congresos internacionales y los ascensos dentro de las academias. Un peligro fundamental que hay que evitar, por tanto, consiste en convocar a los líderes oligopólicos (figurones) del mercado académico nacional para configurar el equipo de diseño. En otras palabras, hay que superar el difícil problema planteado por Marx en la Tercera Tesis sobre Feuerbach: “¿Quién educa a los educadores?”

  1. El origen de la clase académica

La clase académica dominante en las áreas sociales no es, por supuesto, resultado de los principios de meritocracia o democracia real. No son los Noam Chomsky, Sigmund Freud o Jean Piaget de la educación. No son los innovadores de paradigmas y hazañas científicas. Su poder se deriva de sus relaciones cercanas con los diferentes bloques y burocracias de poder del status quo. La mediocridad de nuestras facultades de ciencias sociales es el resultado inevitable de tal estructura política-educativa, que, por supuesto, no se resuelve con la imposición del modelo empresarial neoliberal. La economía política de una educación funcional y, al mismo tiempo, liberadora, requiere una complejidad mucho mayor a las simplezas, que sostienen el modelo del neoliberalismo y positivismo vulgar.

  1. Evaluación y bolsa de valores

Si se quisiera importar alguna institución del mercado a la educación, sería el equivalente funcional de la bolsa de valores. Esto en aras de la evaluación en tiempo real, del performance measurement y management.  La bolsa de valores es, sin duda, la innovación cibernética más eficiente que el capitalismo moderno ha aportado a la crematística de mercado, porque permite el diagnóstico y la intervención correspondiente minuto a minuto sobre las instituciones empresariales, en tiempo real y sin mayor burocracia. La incapacidad del Socialismo del Siglo 20 para diseñar un instrumento de performance measurement  y management (medición y mejoramiento de rendimiento) de similar eficacia, constituyó un déficit estructural de la economía centralmente planeada y administrada. Algo semejante sucede en la educación superior hoy día, cuyos instrumentos sirven más para la dominación de los trabajadores mediante un Taylorismo vulgar, que a la evaluación objetiva y formativa.

  1. Ciencias sociales sin Ciencia

Quizás la tragedia mayor en las “ciencias sociales” es, que en muchas facultades no existe una cultura científica real. Con décadas de enseñanza de metodología y epistemología científica en diferentes instituciones de educación superior del país me parece absolutamente legítima la inferencia, de que muchas, si no la mayoría, fallan a su razón de ser. La función analítica de la universidad consiste en producir nuevo conocimiento objetivo y la única manera de hacerlo es mediante el uso del protocolo científico. Es decir, mediante un procedimiento de cinco pasos lógico-dialécticos que permiten la intelección objetiva de la realidad y que, por lo mismo, rigen el quehacer de todas las ciencias empíricas a escala universal. Pero sucede, que la mayoría de los maestros que imparten la materia de metodología en “ciencias sociales” no la dominan. Y, obviamente, no se puede enseñar adecuadamente, lo que no se domina. El resultado de esta deficiencia es que una generación tras otra de estudiantes se gradúa, sin dominar el quehacer básico de su profesión, la investigación. De esta manera, se perpetua la cadena de mediocridad, confusión y eclecticismo vis-a-vis la cultura científica hacia el futuro.

  1. Imperativos formativos del nuevo modelo

La macroestructura del nuevo paradigma de educación mexicana se deriva con claridad de las dos funciones esenciales, que todo sistema educativo nacional debe cumplir: 1. convertir el recién nacido, un ente “perverso polimorfo” en términos de Sigmund Freud, en un sujeto racional y ético capaz de integrarse a los estándares nacionales de comportamiento y, 2.  Generar los cuadros de trabajo que requiere la estructura productiva, distributiva y de servicios del país. No tendría sentido, por ejemplo, que un pequeño país agrícola exportador de plátanos, como Honduras, tuviera grandes instalaciones educativas para la formación de astrofísicos. Al igual, para Alemania sería exótico, mantener una gran planta de investigadores para la producción de plátanos. En este sentido, la planta educativa es una función dependiente del papel del país en la división internacional del trabajo.

  1. La nueva estructura curricular

Tomando en consideración el conjunto de factores subjetivos-objetivos mexicanos, hemisféricos y globales, que forman el eco-sistema en que se reproduce la nación, el punto de partida del nuevo modelo educativo tiene que ser la identidad mexicana. A su comprensión científica, no ensayística o filosófica, seguiría el análisis de las cinco grandes identidades regionales latinoamericanas, con sus subsistemas nacionales y locales. Las condiciones naturales, tecnológicas, sociales e institucionales del país formarían el segundo set de variables que determinarían el nuevo modelo para el Siglo 21. El poder y la situación geo-estratégica de México entrarían en el diseño como tercer conjunto formativo, para determinar los grados de libertad y desarrollo que tiene el país a su disposición. Finalmente, los modelos educativos históricos de la Patria Grande deben estar presentes en la reflexión-construcción y, por supuesto, el debate de los dos grandes paradigmas educativos mundiales: el de Singapur (Japón) o el de Finlandia.

  1. La llave del éxito

Diseñar la nueva estructura educativa es una tarea compleja, pero se puede resolver sin mayores problemas con los conocimientos científicos actuales. La llave del éxito está en la Tercera Tesis sobre Feuerbach. ¿Será el gobierno capaz de escoger las cabezas pensantes que requiere esa tarea trascendental?

 

(Con información de aristeguinoticias)

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