Wednesday 01 de May del 2024

LOS SONÁMBULOS: DEL FRACASO CULTURAL

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Los aduladores del “progreso” a cualquier costo, los que han optado por sumarse al monopolio del error palmario, ahora también pretenden ser los “agentes preponderantes” de la justificación: la única pobreza que cuenta es la que nosotros contamos.

Eso ni siquiera está bien para los que indebidamente siguen acumulando riqueza a costa de los bienes nacionales y de la miseria social pues, como afirmó Milton Friedman, en el neoliberalismo lo único que vale es maximizar los beneficios, de modo que colocarse intentar pasar como altruista o “socialmente responsable”, no es más que una cuña propagandística que atenta contra la esencia del capitalismo vigente y contra los hechos.

Esto hay que remarcarlo: lo que exige el mercado no son consideraciones con nadie, sino seguir su propio interés, según los teólogos neoliberales y su propaganda masiva.

Pero lo que llama la atención es que en el bando de los llamados “intelectuales” se haya abdicado de contrastar la propaganda con los hechos, que lo pensado sea a partir no de lo vivido o de lo que se vive, sino de echarse en brazos de las mediciones de organismos (locales e internacionales) caracterizados por su ortodoxia neoliberal, especialmente en el caso de la pobreza, que ha provocado todo tipo de ronchas en las pieles de esa cofradía.

De esa manera, el supuesto “pensamiento” se coloca en el famoso papel del “idiota útil”, denunciado y fustigado por aquellos que cargaron contra simpatizantes de la ex Unión Soviética en países de Occidente (hay que leer nuevamente, pero al revés, a ese filósofo, periodista y escritor Jean Francois Revel y su obra “El conocimiento inútil”, donde incluso no baja de imbécil a Bertrand Russell y censura la ausencia de buen juicio de Einstein sobre los procesos estalinistas tras la guerra mundial, dudando de que se tratara del mismo espíritu del considerado genio mundial).

Enrolado al servicio del empobrecimiento generalizado y el consecuente avasallamiento (esencia del Ogro Salvaje), por eso el “intelectual” en nuestro país ha apresurado su propio funeral, según se desprende de la obra de Luciano Concheiro y Ana Sofía Rodríguez (“El intelectual mexicano: una especie en extinción”), donde ya no hay otros mundos posibles y hay que resignarse a colocar parches y justificarlos.

Parafraseando a Revel, en el tema del capitalismo salvaje, igual que en democracia y política, se asiste al fracaso cultural y al establecimiento de un cinismo (también cultural) que concibe a la pobreza y a la desigualdad como fenómenos naturales que no sólo son necesarios, sino dignos de exaltarse (eso y maquillar cifras o deformarlas es lo mismo) pues sin esto no sería posible la edificación de estadios superiores de bienestar.

Ya ni siquiera se busca tener acceso a varias esferas del conocimiento y disponer de mayores elementos de análisis. Pobreza intelectual basada sólo en la estadística es “pobretología”.

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