Monday 29 de April del 2024

Pedro Páramo y el desmoronamiento de un régimen (Artículo)

Escuchar Nota :
[responsivevoice_button voice="Spanish Female" buttontext="Play"]


por Julio Moguel

Cuartoscuro / Archivo

I

Debacle, precipitación: desmoronamiento. Pedro Paramo no muere por arma blanca (como mucha gente piensa o interpreta), sino por el propio peso de su ser y de “su fuerza”. Leemos al final de la novela de Juan Rulfo: “Sintió que su mano izquierda, al levantarse, caía muerta sobre sus rodillas; pero no hizo caso de eso. Estaba acostumbrado a ver morir cada día alguno de sus pedazos […] Quiso levantar su mano para aclarar la imagen; pero sus piernas la retuvieron como si fuera de piedra. Quiso levantar la otra mano y fue cayendo despacio, de lado, hasta quedar apoyada en el suelo como una muleta deteniendo su hombro deshuesado […] ‘Ésta es mi muerte’, dijo […] Se apoyó en los brazos de Damiana Cisneros e hizo intentos de caminar. Después de unos cuantos pasos cayó, suplicando por dentro; pero sin decir una sola palabra. Dio un golpe seco contra la tierra y se fue desmoronando como si fuera un montón de piedras.”

El desmoronamiento de Páramo es la alegoría literaria de la caída de los Imperios; del despeñamiento del poder que se impulsa hacia delante por su propia lógica egocéntrica; de la muerte del “encomendero” o “del cacique” o de esos “hombres que adquieren poder mediante la acumulación de bienes”; de bienes que otorgan a esos hombres “un grado muy alto de impunidad para someter al próximo e imponer sus propias leyes” (Juan Rulfo, “entrevista”).

La novela de Rulfo es, con mucho, la historia eternizada de ese desmoronamiento que ahora vive el México de nuestros días: la de un régimen que, como el personalizado en su cúpula por Enrique Peña Nieto, dejó de existir por los siglos de los siglos el pasado mes de julio. Crisis de régimen y no crisis de gobierno; caída o derrumbe estrepitoso de todo el andamiaje en el que se sostenía el poder entronizado de un poder articulado en torno a tres fuerzas principales: 1) una tecnocracia que se consumía en el autoelogio, en la corrupción y en el derroche, desligada estructuralmente de sus fuentes nutricias político-sociales (rotas ya, en proceso de caída sin posibilidades de retorno); 2) una cúpula de cúpulas del poder económico, bailando al son marcado al día por el poder de poderes: el del poder financiero, especulativo, voraz, y rapazmente expansivo; 3) un narco-poder enraizado y sólidamente instalado en importantísimas áreas del propio aparato de gobierno (como se ha mostrado con evidencia en el juicio en curso en Estados Unidos contra el Chapo Guzmán, capo de tutti capi).

II

La crisis de régimen se expresa en el derrumbamiento del sistema político de partidos, vivo y actuante hasta el pasado 1º de julio, tanto en su lógica estructural como en su dinámica, presupuesta y cinética, de alternancia: como en la democracia simulada de Estados Unidos. Los partidos políticos de este juego, el PRI, el PAN y el PRD (dejamos a un lado los partidos-satélite o secundarios), no sólo perdieron posiciones políticas decisivas: perdieron también sus horizontes programático-identitarios. Un raro y ralo pragmatismo tendió a fundirlos en alianzas bizarras y oportunistas, sufriendo el mayor vaciamiento político de seguidores y contingentes de que se tenga memoria. (No hay imagen más ilustrativa de este sinsentido del presente que la que se proyectó recientemente en los medios electrónicos: la de Jesús Ortega y Héctor Bautista, líderes máximos del perredismo, flanqueando a Martha Érika Alonso, cabeza del panismo más retrógrado en el país, en su toma de protesta como gobernadora de Puebla).

La estructura articulada y armónica de los “tres poderes” del Estado –Ejecutivo, Legislativo y Judicial– quedó a su vez tremendamente dañada por el sismo político del pasado 1º de julio, mostrando en la debacle del régimen anterior sus francas deformidades: obeso, lerdo y esencialmente corrupto. Funcionalmente estructurado para la acumulación de riquezas privadas desde el manejo de “la cosa pública”, así como para corresponder de la mejor manera posible a las necesidades económicas de los poderes fácticos, había perdido sus principales puentes de relación con la gente de a pie de este país y para el manejo eficiente y eficaz de los recursos presupuestales dirigidos a atender, de esa gente, sus necesidades más sentidas y urgentes. El sismo previo, del 19 de septiembre de 2016, fue uno entre otros de los tantos factores que hicieron visible la mencionada descompostura del aparato estatal. Pero el mencionado terremoto fue sólo una entre otras de las puntas del iceberg que mostraron la magnitud del desastre, pues la pobreza y la mortalidad, por hambre, enfermedad o crimen, campea a sus anchas a todo lo largo y ancho de nuestro territorio (el programa de salud del nuevo gobierno, v. gr., se estructura para enfrentar lo que el titular de la dependencia respectiva calificó como una situación de “emergencia” humanitaria”).

El desmoronamiento del régimen muestra a la vez huellas sensibles en y desde las grandes grietas que se han abierto en “la República” o en el “Pacto Federal” (en su más reciente libro, AMLO la llama “República simulada”): sin suficiencia presupuestal como mal crónico y de larga data, acosados o “tomados” prácticamente por los poderes crecientes del crimen organizado y del narcotráfico, los municipios han dejado de ser una base real de la pirámide estatal; con males mayores en la estructura y función de no pocos gobiernos estatales que, escudándose en la autonomía política sobre el que descansa el mencionado Pacto de la República, han cometido las fechorías más onerosas para la salud pública, social, política y económica en el país. Entre otros casos “ejemplares”, de 2010 a 2018: los gobernadores Javier Duarte (Veracruz), Roberto Borge (Quintana Roo), Guillermo Padrés (Sonora), César Duarte (Chihuahua), Ángel Aguirre (Guerrero), Fausto Vallejo (Michoacán), Jorge Herrera Caldera (Durango), Miguel Alonso Reyes (Zacatecas), Rodrigo Medina (Nuevo León), Egidio Torre Cantú (Tamaulipas), Rubén Moreira (Coahuila).

III

Sin esta línea de lectura no podemos, en mi idea, entender a cabalidad los pasos de transformación que están llevando a cabo el Presidente AMLO y su partido Morena. El objetivo: construir un nuevo régimen desde el punto Cero de unas coordenadas complejas, difíciles, tremendamente adversas, en un juego de fuerzas en el que “la política [entra] al mando”.

(Con información de aristeguinoticias)

Comenta con tu cuenta de Facebook